martes, 19 de febrero de 2008

LA PULPERIA DE ROBERTO "CACHO" DI CATARINA, DE 1830 Y EN MERCEDES, PROVINCIA DE BUENOS AIRES



Ni bien uno ingresa se enfrenta al mostrador añejo, los estantes gastados con botellas jamás abiertas y con un sinfín de objetos y testimonios de un tiempo que resiste a lo que logró la "civilización": la globalización mundialista.

Ubicada a una cuadra del Parque Municipal Independencia y a la vera del río Luján, sobre la prolongación de la Avenida 29, Mercedes, la Pulpería de Roberto "Cacho" Di Catarina es un sitio que invita a lo más puro de nuestra argentinidad, sin artificios, con palenques, bandera argentina ondeante en la parte superior del lugar y ocasionales gauchos con sus ponchos, botas de potro y facones verijeros. Aún hoy se puede disfrutar de un aperitivo o alguna picada campera.

La construcción data de 1830, y no se encontró -hasta ahora- información acerca de su primer dueño. Sí se sabe que en 1868 su propietario fue el pulpero Buenaventura Céspedes, y que de manera sucesiva le siguieron García, Setula y Respuela. En el folleto explicativo de la pulpería se señala que Respuela fue propietario del lugar hacia el 1900. En 1910 tomará posesión del mismo el abuelo del actual propietario, don Salvador Pérez Méndez, español de origen. Hacia 1930, los padres de Roberto “Cacho” Di Catarina –Domingo Antonio y su esposa doña Figenia María Pérez- adquieren la pulpería. Para la época se la llamó “La Pulpería del Puente Di Catarina”. Cuando en 1959 fallece don Domingo Antonio Di Catarina, su hijo Roberto toma posesión del mismo, hasta nuestros días.


UN POCO DE HISTORIA EN TORNO AL LUGAR

Esto que sigue está sacado de un folleto alusivo del sitio: “En la época de su abuelo, Don Salvador Pérez Méndez, que estaba al frente de la Pulpería, un personaje famoso frecuentaba el lugar… Don Segundo Sombra; y posteriormente la pulpería resultó ser uno de los escenarios de filmación para la película de “Don Segundo Sombra” dirigida por Manuel Antín…”.

Entre las reliquias que conserva la pulpería histórica está el Pedido de Captura Original del gaucho Juan Moreira, que data de agosto de 1869. Al lugar acudían trabajadores “golondrinas”, quienes en su mayoría eran cosecheros, caminantes y reseros, dado que la pulpería “estaba ubicada a la vera del único camino de acceso desde el norte a la ciudad de Mercedes”, sostiene el folleto explicativo.

Los divertimentos de la paisanada eran los naipes (trucos), dados (pase inglés), la taba, carreras cuadreras, carrera de sortijas, etc., y se bebían licores, caña, vino, grapa, ginebra, aguardiente anisado y, en menos proporción, cerveza.

La Pulpería de Di Catarina “en su exterior, conserva su fachada intacta, original desde aquellos tiempos; con sus palenques donde los reseros y mensuales ataban sus caballos; arboledas y pinos antiguos que aún brindan sus sombras”. Sus paredes son de 45 cms y están construidas de ladrillos con tirantes de pinotea. Sus pisos también son de ladrillos.

En cuanto a su interior, se distinguen sus mesas de roble centenarios acompañadas de sus bancos de base cuadrada hechos con troncos de árboles. El mostrador de la pulpería es de estaño y madera, material el primero que refleja la antigüedad del lugar.



La explicación que nos brinda el folleto de la maravillosa pulpería gaucha comenta un detalle que puede apreciarse en una de las imágenes puestas en esta publicación: “En un selecto rincón, sobre tres filas de estantes, pueden verse botellas que datan de la época del abuelo del último pulpero “Cacho” Di Catarina. Son bebidas con una antigüedad de entre ochenta y cien años, oscurecidas por la acción del tiempo, con sus etiquetas ilegibles cubiertas de polvo y telarañas”.

Hay allí también una imagen sagrada de la Virgen de Nuestra Señora de Luján, la cual fue traída en procesión para la Fiesta de la Pulpería, con la presencia de distintas agrupaciones gauchas y bendecida por el Padre Fabián, párroco de la Iglesia San José.

En la última pulpería mercedina se realizan reuniones sociales, peñas folklóricas, guitarreadas, exposiciones de elementos tradicionales del lugar, pinturas, esculturas y muestras fotográficas, entre otras actividades. Un lugar, indudablemente, para conocer y recrear la Patria histórica, la primera, la que nunca hay que olvidar.

sábado, 9 de febrero de 2008

FACUNDO QUIROGA EN BUENOS AIRES: UNA ETAPA POCO CONOCIDA

Retrato no muy divulgado sobre Juan Facundo Quiroga. Yace con su vestimenta de Brigadier General y su característica fisonomía del noroeste patrio.


"La verdadera imagen de un Juan Manuel de Rosas, de un Facundo Quiroga, de un Artigas, recuperados para el país de los argentinos, ilumina los hechos que ellos vivieron, y que vivieron otros cuyas estatuas y monumentos a veces sobran".

Juan Domingo Perón, 1973.

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Los últimos años de su vida, Juan Facundo Quiroga los pasa en Buenos Aires, adonde llega en diciembre de 1833, contento por el éxito de la Campaña al Desierto de la que fue partícipe junto a Juan Manuel de Rosas, pero confundido por las versiones que le hacen llegar las intrigas y los traidores acerca de un intento sedicioso por parte del General José Ruiz Huidobro, antiguo colaborador suyo en la campaña contra el aborígen, contra el gobernador de Córdoba, José Vicente Reinafé.

Durante la Expedición al Desierto, Facundo Quiroga había sido designado como Director General de la Guerra y bajo su tutela se hallaban las 3 divisiones que combatieron en el sur del país. El nombrado General Ruiz Huidobro era, a la sazón, el jefe de la División del Centro. Como quedará probado, Quiroga siempre fue un hombre correcto y cualquier hombre que haya estado bajo su mando y, como parecía ocurrir con Ruiz Huidobro, envuelto en un acto subversivo, era, para él, algo indignante y vil. El tiempo y los documentos, sin embargo, demostrarán que Ruiz Huidobro no tuvo nada que ver con "complot" alguno contra el gobernador cordobés Reinafé. Y en ello va el asesinato perpetrado contra el Tigre de los Llanos, años más tarde.

Quiroga, pues, vivió en Buenos Aires desde fines de 1833 hasta enero de 1835, cuando es mandado con suma urgencia a frenar una lucha fraticida entre las provincias de Tucumán y Salta, y en el camino lo asesinan cobardemente. Es febrero de 1835.

Sobre el Juan Facundo Quiroga porteño no hay muchas alusiones, quizás por esa hermosa costumbre de relacionar únicamente al Quiroga de tierra adentro, el de paisajes áridos, pobres y llenos de montoneras gauchas. Es probable y suena lógico, pero hubo un riojano patriota que dejó su huella y su presencia en la ciudad capital de la Confederación Argentina.



SU VIDA EN BUENOS AIRES. EL HOMBRE SOLIDARIO Y PATRIOTA.

Cuando se instala en Buenos Aires, Quiroga refiere que su vida política está prácticamente terminada, y que ha llegado el momento de enviar a escuelas porteñas a sus hijos, a recuperar su salud –sufría de reuma- y de atender sus bienes y su capital. El Tigre de los Llanos no era millonario, a pesar de haber pertenecido a una familia tradicional y de buen linaje en los llanos de La Rioja. Sus arrojos en las luchas por y para la causa federal le hicieron sacrificar varios fondos que el digno patriota jamás reclamó ni quiso que le devolviesen. El edificio que en la actualidad ocupa el Sindicato de Luz y Fuerza sobre la calle Defensa al 453, barrio de San Telmo, fue antiguamente el lugar donde habitó Facundo Quiroga hasta un mes antes de su cobarde asesinato.

Ya en Buenos Aires se sostiene que Facundo Quiroga había decidido afeitarse periódicamente sus espesos bigotes y emprolijado sus robustas patillas. No obstante ello, lo veían “irreprochablemente puesto, franco en el decir, sincero en el pensar, patriota siempre y desenvuelto y honrado en el sentir”.

Objeto hallado a fines de 2004 dentro de la bóveda de Juan Facundo Quiroga. Es un corazón de metal casi íntegramente oxidado. Según el arquéologo Daniel Schávelzon, se alcanzan a leer las palabras "Quiroga", "falleció" y "febrero".


La relación entre el Brigadier General Rosas y Juan Facundo Quiroga nunca desmejoró. El historiador revisionista Pedro De Paoli en su obra “Facundo” sostiene lo siguiente: “Facundo siguió siempre tan amigo de don Juan Manuel como el primer día, y apenas vuelve éste de la conquista del desierto, manifiesta deseos de visitarlo. No existe un solo documento serio, una carta insospechable que dé asidero a la idea de la enemistad de estos dos hombres”. Otra muestra de ello será la designación de doña Encarnación Ezcurra, esposa del Restaurador de las Leyes, como apoderada general de los bienes de Facundo Quiroga.

El Tigre de los Llanos ayudó, mientras vivió en Buenos Aires, a mucha gente. Una de ellas fue al señor Fortunato Baudrix, cuya hermana, Angela Baudrix, era la esposa del Coronel Manuel Dorrego. Habiendo quedado en la ruina, Fortunato Baudrix le hace entrega de valiosa documentación sobre el prócer Dorrego a Quiroga como garantía de un dinero que el caudillo riojano le prestara a aquél. Devuelto ese dinero, Facundo Quiroga le restituye a Fortunato Baudrix toda la documentación histórica de Manuel Dorrego. Como compensación por la ayuda que Quiroga le prestó a su hermano, la viuda de Dorrego, doña Ángela Baudrix, le regala “el bastón de mi finado Dorrego, para que como memoria de él lo use el señor general Quiroga que tan dignamente merece el nombre del Libertador de la República Argentina…”.

Entre octubre y noviembre de 1834 un muy joven Juan Bautista Alberdi –aún no intoxicado con ideas liberales, creemos- visita a Juan Facundo Quiroga en Buenos Aires, por recomendación del Gobernador de Tucumán, General federal Alejandro Heredia. La nobleza de los caudillos federales fue ilimitada: el propio Heredia, al notar en Alberdi un hijo virtuoso de su provincia, le pagó todos sus estudios y su educación. Y quería que Juan Bautista Alberdi tenga la posibilidad de viajar al exterior para profundizar su cultura. Por ello solicita a Quiroga que le preste dinero para dicho viaje. El propio Alberdi dirá de su encuentro con el patriota en sus “Obras Completas”: “El general Quiroga me acogió con mucha gracia. Lo visité con repetición y muchas veces se entretuvo en largas conversaciones conmigo, ajenas del todo a la política. Yo no me cansaba en estudiar, de paso, a ese hombre extraordinario. A punto de emprender mi viaje para los Estados Unidos, el general Quiroga me dio una orden para el Banco de Buenos Aires, por toda la suma que debía servirme para trasladarme y residir un año en aquel país. Al día siguiente le hice una visita respetuosa, en que tuve el gusto de restituirle su orden contra el Banco, renunciando al proyecto de viaje para los Estados Unidos”. Cómo pagaría la patriota generosidad de los federales el delincuente y masón Alberdi es historia conocida…

Sin entrar en las mentiras que la prensa unitaria destilaba acerca de un Facundo Quiroga “enemistado” de Juan Manuel de Rosas, pues los enemigos de la Patria siempre estaban al acecho, el Tigre de los Llanos ocupaba “las horas de la mañana para despachar su correspondencia, para lo que está a su lado don José Santos Ortiz”, según sostiene Pedro De Paoli en su obra. Ortiz fue secretario personal del caudillo riojano, y su suerte quedó echada también en Barranca Yaco aquel 16 de febrero de 1835.

Tras una reunión secreta de finales de 1834 que mantuvieron Encarnación Ezcurra de Rosas y un mensajero aliado de Rosas proveniente de Montevideo con Facundo Quiroga, presagiaron que no todo era comodidad ni relajación para Facundo. Los logistas unitarios, asentados en Uruguay, aparecían con mayor fuerza y presencia en diversas provincias argentinas, infiltrando las filas del federalismo. Juan Facundo Quiroga, a partir de entonces, se hizo un hombre menos expuesto a los salones de la alta sociedad capitalina y cada vez más preocupado por el porvenir de la Patria. Lo que siguió...lo que siguió es bien conocido por todos.



1835 - 16 DE FEBRERO - 2008 // BRIGADIER GENERAL JUAN FACUNDO QUIROGA Q.E.P.D.