Una deformada conceptualización a que parece habernos acostumbrado el Nuevo Orden Mundial, determina que aquellos que mueren asesinados no merecen un trato igualitario. Que en la absurda calificación, unos son "buenos" muertos y otros son "malos" difuntos. Que, a raíz de ello, los primeros deben ser reivindicados hasta el hartazgo, mientras que los segundos ni siquiera tienen su memoria descansada y en paz. Ha ocurrido a menudo que los "buenos" muertos fueron criminales, y que los "malos" muertos han sido, en verdad, hombres dignos y honestos.
La historia argentina tiene esa parcialidad: oficialmente Juan Manuel de Rosas fue un "tirano", un "déspota" y, por lo tanto, sus restos son los de un ser "maldito". No en broma escribó el salvaje unitario masón José Mármol, una vez caído Rosas, que "ni el polvo de tus huesos la América tendrá". La documentación nos ofrece, sin embargo, la imagen de un Rosas patriota, desinteresado en el manejo de los recursos públicos y preclaro defensor de la soberanía nacional. En el otro extremo, podríamos mencionar al general Juan Lavalle, un "buen" difunto del país. Claro, exceptuando que fue un agente pagado por el imperio francés para invadir su patria; exceptuando que no titubeó en mandar fusilar a un gobernador legítimamente ungido como el coronel Dorrego; exceptuando que se unió a las logias de la Masonería y desde ellas ensombreció a la Confederación Argentina.
El mundo entero tiene "buenos" y "malos" muertos, según lo que postulan los enfermos cerebros del poder mundial. La discusión acerca de la política universal de derechos humanos corre por el mismo andarivel: todos los seres humanos NO tienen los mismos derechos humanos. Y no nos vengan con la estúpida y simplista apreciación de que somos "golpistas", porque ni siquiera hacemos apología sobre los personeros de los golpes de Estado liberales que azotaron la Argentina.
SAN PEDRO DE ARBUÉS: ¿UN MUERTO "MALO"?
Allí, en el título, se establece la disyuntiva. Una abundante literatura sale diciendo barbaridades contra lo que fue la Santa Inquisición, en el siglo XV. Parece ser que hubo muertos desde un solo rincón. ¿Y del otro lado? El esplendor de la Santa Inquisición fue dirigido por un hebreo converso: Tomás de Torquemada. Leemos por allí que su tío, Juan de Torquemada, era judío converso. Fueron conversos los que asesinaron vilmente a San Pedro de Arbués el 16 de septiembre de 1485. Nadie habla sobre esta muerte ocurrida en el interior de la Catedral de Zaragoza, España. ¿Por qué?
Transcribimos algunos párrafos extraídos de la obra "Los Conversos. ¿Víctimas o victimarios de España?", de Federico Rivanera Carlés, donde se narra este episodio ocultado en las mazmorras de lo políticamente incorrecto:
"El asesinato fue organizado por destacados cristianos nuevos, varios de ellos con altos cargos en la Corte, y se consumó el 16 de setiembre de 1485 en la catedral de Zaragoza. Juan de Anchías, entonces notario del secreto, nos descubre la envergadura de la siniestra conjuración: "Los inicuos y pérfidos conversos de la dicha ciudad -expresa-, por estorbar el oficio y libre ejercicio de la Santa Inquisición de la Fe, siendo herejes judaizados, con favor y consejo de los confesos que estaban en la Corte del Rey don Fernando, que el principal de ellos era Gabriel Sánchez, su tesorero, el cual les escribió que matasen un inquisidor, deliberaron muchas veces tener en diversas casas congregaciones, conventículos y conspiraciones contra el dicho Mre. Pedro Arbués, inquisidor". En la primera reunión que tuvieron en la casa de Luis de Santángel, se hallaron presentes, entre otros, Jaime de Montesa, Gaspar de Santa Cruz, García de Morós, Pedro de Almazán y Juan Pedro Sánchez, notario y mercader".
Rivanera Carlés señala que Juan Pedro Sánchez tenía 4 hermanos: Gabriel, Luis, Guillén y Francisco. El primero (Gabriel Sánchez) había sido tesorero de Aragón; Luis Sánchez era baile general del Reino, mientras que Guillén Sánchez llegó a ser maestre racional de Aragón. El restante (Francisco Sánchez) fue el despensero mayor de la Corte aragonesa. Damos cuenta con esto, que los judíos conversos que planificaban el asesinato de San Pedro de Arbués estaban dentro mismo de las esferas reales.
Sigue la obra: "Los conjurados, continúa Anchías, manifestaron allí que "sabían de cierto que a muchos de ellos se les hacía proceso en la Inquisición y que lo habían escrito a la Corte a sus parientes, y que no hallaban otro remedio sino matar al inquisidor, como así de la Corte se les escribió".
CONFERENCIAS SECRETAS Y DESIGNACION DE ROLES PARA EL CRIMEN
Los conversos criminales se juramentaron para cometer el crimen, siendo "elegidos "bolseros" (recaudadores) del dinero que se entregaría a los asesinos, Juan Pedro Sánchez, Jaime de Montesa y Gaspar de Santa Cruz", todos "herejes judaizados y circuncisos". Después hubo 2 reuniones secretas más, una en el domicilio de Juan P. Sánchez y la otra en la casa de Pedro de Almazán, con la particularidad de que a ellas asistió "el asesor del gobernador del Reino [de Aragón], Francisco de Santa Fe, vástago de Jerónimo de Santa Fe, el ex rabino converso. En la oportunidad se ratificó el plan de matar al inquisidor".
En el libro "Inquisición y criptojudaísmo", de Juan Blázquez Miguel de 1988, página 114, leemos que "cuatro veces se intentó sin éxito asesinar a San Pedro de Arbués, el cual, sin embargo, no llevaba ninguna escolta".
Los autores materiales del vil asesinato fueron "los conversos Juan de Esperandeu, un servidor de éste, Vidal Durango, Juan de la Badía o Abadía, Mateo Ram, su escudero Fustanico o Tristanico, y otros tres cuyos nombres no pudieron averiguarse. El día 16 de setiembre del precitado año [1485], a la una o dos de la madrugada, se realizó el atentado mortal en momentos que el santo se hallaba entregado a la oración en la Seo, arrodillado en el Pilar, debajo del púlpito, situado entre el altar mayor y el coro. A una orden de Badía, Vidal Durango tomó la iniciativa".
Los detalles que se traslucen en la obra "Libro Verde de Aragón", Tomo CVI, N°422, páginas 249-288, de setiembre-octubre de 1885, son espeluznantes:
"El dicho Vidal, relata el funcionario de la Inquisición [Juan de Anchías], le dio una cuchillada de revés, que le tomaba desde la cerviz hasta la barba, que de ella le cortó la varilla y la vena orgánica; y como el glorioso mártir se levantase, turbado del gran golpe, para ir al coro, el Juan de Esperandeu le dio una estocada que le pasó [un] brazo de claro en claro; y con golpes tan grandes vino a caer donde hoy en día es[tá] su cuerpo sepultado, que es[tá] debajo su sepultura y su bendita ánima en el Cielo; y después que dichos asesinos y traidores le vieron en el suelo, todos juntos dieron a huir y se fueron de la iglesia".
Para finalizar, diremos que desde entonces ya se hacía notar la notable influencia de los hijos del "Becerro de Oro" para con los miembros de la Iglesia Católica, quienes no condenaron a los marranos asesinos de San Pedro de Arbués. A nosotros, como católicos que somos, nos avergüenza semejante flácida actitud a pesar del tiempo transcurrido:
"El suceso provocó consternación y también asombro por la audacia de los criminales. Las autoridades dispusieron una rápida investigación, logrando detener a los autores materiales, salvo el escudero de Ram. El proceso incoado y sus resultados no dejan de llamar la atención del historiador, confirmando el extraordinario poder de los confesos, pues a algunos de los principales responsables, como el tesorero Gabriel Sánchez, ni siquiera se los molestó y otros escaparon de la muerte y aun de la pública humillación, siendo únicamente penitenciados en secreto".
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