Félix Luna, 1925-2009.
Primer número de "Todo es Historia", de mayo de 1967. El Restaurador de las Leyes a todo color. Por entonces, la historiografía liberal estaba cediendo lugares ante la proliferación de textos revisionistas. A pesar de ello, Félix Luna nunca se asumió como revisionista ni como historiador liberal.
No hubo para el doctor Félix Luna sepelio en el Congreso Nacional, y su deceso fue menos publicitado que el del masón, drogadicto, homosexual y malintencionado “cómico” Fernando Peña…
El 5 de noviembre de 2009 se apagó la vida de Félix Luna a los 84 años de edad. Fue un respetado periodista, historiador y abogado que despertó la curiosidad y el interés popular por la historia argentina, a través de un lenguaje simple y textos didácticos, y en base a una numerosa cantidad de libros y publicaciones propias.
No puede afirmarse que Félix Luna haya sido un revisionista histórico neto o un ferviente partidario de la historiografía liberal, sino que, por el contrario, siempre osciló entre ambas posiciones. Por caso, en la obra “Proceso a los Montoneros y Guerra del Paraguay” (EUDEBA, 1973), de los revisionistas Pedro de Paoli y Manuel G. Mercado, se afirma que Félix Luna es un “escritor contradictorio”, pues “en su libro Los Caudillos sostiene, en síntesis, la siguiente tesis: “Los caudillos eran heroicos, lástima que fueron bárbaros, atrasados y criminales.”. Y nosotros agregamos que tal ambigüedad probablemente derivó de su complejo árbol genealógico. Veamos un poco: fue nieto del doctor Félix Luna, fiscal de la provincia de La Rioja que entre 1869 y 1870 pidió la pena de muerte para los gauchos montoneros Aurelio Zalazar y Ambrosio Chumbita, ambos seguidores del caudillo Felipe Varela. En cambio, su tío Pelagio Luna fue vicepresidente de don Hipólito Yrigoyen durante tres años (1916-1919). De su señora esposa, Felisa Raquel, dirá que era “nieta de montoneros, en cuyos ojos aprendí a mejor amar esta tierra nuestra y sus criaturas”, según la dedicatoria que le hizo en “Los Caudillos” (1966).
“Todo es Historia”
De todas maneras, el doctor Félix Luna sacudió los ámbitos académicos dedicados al estudio de la historia argentina cuando sacó, en mayo de 1967, el primer número de la revista “Todo es Historia”. La portada correspondió al Brigadier General Juan Manuel de Rosas, ni más ni menos. Envalentonado por el furor que el revisionismo histórico despertaba por aquellas décadas de 1960 y 1970, Luna escribió en la editorial de inauguración de “Todo es Historia” que “la posibilidad de que aparezca hoy una revista cuyo tema es nuestro pasado, proviene del vigoroso interés por conocer mejor todo lo argentino que se ha despertado en los últimos años”. Es una clara referencia a la revisión de nuestra historia que entonces se practicaba con fervor. Y más adelante, dejaba entrever la postura central de la publicación: “Por eso no hay exclusiones en nuestras páginas, ni de temas ni de personajes ni de épocas ni de autores. Todos tienen cabida en esta revista sin otra condición que la de participar del propósito que nos inspira”.
Hay que considerar, por otro lado, el hecho de que las primeras tapas de “Todo es Historia” estuvieron dedicadas a varios caudillos federales: las revistas número 1, 3, 7 y 10 fueron para Rosas, Juan Facundo Quiroga, Felipe Varela y Manuel Dorrego, respectivamente. En cuanto al debut de la revista (donde estaba el Restaurador de las Leyes a todo color), Félix Luna escribió en su segunda editorial (junio de 1967):
“-¿Por qué Rosas? –nos han dicho muchos amigos-. ¿Por qué iniciar la publicación de una revista tan objetiva, tan ajena a banderías políticas o historiográficas, con la imagen de un personaje que todavía suscita polémicas agrias?
“-Por eso mismo… -contestamos ahora-. Porque era necesario romper los tabúes de nuestra historia. En la “Intención” publicada en el N° 1 dijimos que trabajaríamos sin tener en cuenta tabúes, temas vedados o prejuicios. Poner a Rosas en la cubierta era afirmar, sin jactancia pero sin cobardía, la urgente necesidad de no hacer de la historia argentina un campo de batalla ideológica. Rosas es un personaje de nuestro pasado, digno, como cualquier otro de su nivel, de señalarse en lo que tenga de interesante: un personaje que protagonizó un cuarto de siglo pleno de acontecimientos fundamentales, al que debe tratarse desapasionadamente, con objetividad, sin exaltaciones absurdas ni detracciones anacrónicas, tomándolo como lo que fue, es decir, como una figura llena de interés en muchas de sus facetas públicas y privadas. Pero nada más. Ni nada menos…”.
Un dato curioso: en la editorial del número 11 de “Todo es Historia” (marzo de 1968), le hace una crítica a la Academia Nacional de la Historia por no incluir entre sus miembros a historiadores como el revisionista José María “Pepe” Rosa: “…en la Academia Nacional de la Historia “no están todos los que son, ni son todos los que están…”. En efecto, no todos los historiadores importantes del país pertenecen a la ilustre corporación ni todos los que allí están son historiadores importantes… Esto no es una afirmación antojadiza sino un hecho real que muchos académicos admiten en la intimidad y que el distinguido caballero que preside el organismo ha reconocido en un discurso pronunciado en el mes último. Es un hecho cierto e indiscutible; para establecerlo indubitablemente podríamos citar el nombre de un historiador vivo –el doctor José María Rosa- que no ha sido designado académico ni lo será nunca o el de un insigne historiador ya desaparecido –el profesor José Luis Busaniche- que jamás lo fue”. En otro párrafo, Félix Luna señala que “la misión de la Academia Nacional de la Historia es la de asumir el papel de cancerbero del pasado argentino; una suerte de Inquisición siempre alerta a fulminar –a veces con la palabra, a veces con el olvido- a todos los que osen presentar una versión de la historia que no coincida con la oficial”. Una verdad elocuente la que expresó Luna en 1968.
No puede afirmarse que Félix Luna haya sido un revisionista histórico neto o un ferviente partidario de la historiografía liberal, sino que, por el contrario, siempre osciló entre ambas posiciones. Por caso, en la obra “Proceso a los Montoneros y Guerra del Paraguay” (EUDEBA, 1973), de los revisionistas Pedro de Paoli y Manuel G. Mercado, se afirma que Félix Luna es un “escritor contradictorio”, pues “en su libro Los Caudillos sostiene, en síntesis, la siguiente tesis: “Los caudillos eran heroicos, lástima que fueron bárbaros, atrasados y criminales.”. Y nosotros agregamos que tal ambigüedad probablemente derivó de su complejo árbol genealógico. Veamos un poco: fue nieto del doctor Félix Luna, fiscal de la provincia de La Rioja que entre 1869 y 1870 pidió la pena de muerte para los gauchos montoneros Aurelio Zalazar y Ambrosio Chumbita, ambos seguidores del caudillo Felipe Varela. En cambio, su tío Pelagio Luna fue vicepresidente de don Hipólito Yrigoyen durante tres años (1916-1919). De su señora esposa, Felisa Raquel, dirá que era “nieta de montoneros, en cuyos ojos aprendí a mejor amar esta tierra nuestra y sus criaturas”, según la dedicatoria que le hizo en “Los Caudillos” (1966).
“Todo es Historia”
De todas maneras, el doctor Félix Luna sacudió los ámbitos académicos dedicados al estudio de la historia argentina cuando sacó, en mayo de 1967, el primer número de la revista “Todo es Historia”. La portada correspondió al Brigadier General Juan Manuel de Rosas, ni más ni menos. Envalentonado por el furor que el revisionismo histórico despertaba por aquellas décadas de 1960 y 1970, Luna escribió en la editorial de inauguración de “Todo es Historia” que “la posibilidad de que aparezca hoy una revista cuyo tema es nuestro pasado, proviene del vigoroso interés por conocer mejor todo lo argentino que se ha despertado en los últimos años”. Es una clara referencia a la revisión de nuestra historia que entonces se practicaba con fervor. Y más adelante, dejaba entrever la postura central de la publicación: “Por eso no hay exclusiones en nuestras páginas, ni de temas ni de personajes ni de épocas ni de autores. Todos tienen cabida en esta revista sin otra condición que la de participar del propósito que nos inspira”.
Hay que considerar, por otro lado, el hecho de que las primeras tapas de “Todo es Historia” estuvieron dedicadas a varios caudillos federales: las revistas número 1, 3, 7 y 10 fueron para Rosas, Juan Facundo Quiroga, Felipe Varela y Manuel Dorrego, respectivamente. En cuanto al debut de la revista (donde estaba el Restaurador de las Leyes a todo color), Félix Luna escribió en su segunda editorial (junio de 1967):
“-¿Por qué Rosas? –nos han dicho muchos amigos-. ¿Por qué iniciar la publicación de una revista tan objetiva, tan ajena a banderías políticas o historiográficas, con la imagen de un personaje que todavía suscita polémicas agrias?
“-Por eso mismo… -contestamos ahora-. Porque era necesario romper los tabúes de nuestra historia. En la “Intención” publicada en el N° 1 dijimos que trabajaríamos sin tener en cuenta tabúes, temas vedados o prejuicios. Poner a Rosas en la cubierta era afirmar, sin jactancia pero sin cobardía, la urgente necesidad de no hacer de la historia argentina un campo de batalla ideológica. Rosas es un personaje de nuestro pasado, digno, como cualquier otro de su nivel, de señalarse en lo que tenga de interesante: un personaje que protagonizó un cuarto de siglo pleno de acontecimientos fundamentales, al que debe tratarse desapasionadamente, con objetividad, sin exaltaciones absurdas ni detracciones anacrónicas, tomándolo como lo que fue, es decir, como una figura llena de interés en muchas de sus facetas públicas y privadas. Pero nada más. Ni nada menos…”.
Un dato curioso: en la editorial del número 11 de “Todo es Historia” (marzo de 1968), le hace una crítica a la Academia Nacional de la Historia por no incluir entre sus miembros a historiadores como el revisionista José María “Pepe” Rosa: “…en la Academia Nacional de la Historia “no están todos los que son, ni son todos los que están…”. En efecto, no todos los historiadores importantes del país pertenecen a la ilustre corporación ni todos los que allí están son historiadores importantes… Esto no es una afirmación antojadiza sino un hecho real que muchos académicos admiten en la intimidad y que el distinguido caballero que preside el organismo ha reconocido en un discurso pronunciado en el mes último. Es un hecho cierto e indiscutible; para establecerlo indubitablemente podríamos citar el nombre de un historiador vivo –el doctor José María Rosa- que no ha sido designado académico ni lo será nunca o el de un insigne historiador ya desaparecido –el profesor José Luis Busaniche- que jamás lo fue”. En otro párrafo, Félix Luna señala que “la misión de la Academia Nacional de la Historia es la de asumir el papel de cancerbero del pasado argentino; una suerte de Inquisición siempre alerta a fulminar –a veces con la palabra, a veces con el olvido- a todos los que osen presentar una versión de la historia que no coincida con la oficial”. Una verdad elocuente la que expresó Luna en 1968.
En las páginas de “Todo es Historia”, Félix Luna logró reunir a los historiadores y cronistas de las más variadas vertientes ideológicas, como Osvaldo Bayer, Armando Raúl Bazán, Francisco “paco” Urondo, Antonio Zinny, Juan Lucio Almeida, Rodolfo Walsh, Fermín Chávez, Gral. de Brigada José María Sarobe, Efraín U. Bischoff, Felipe Cárdenas (h), Francisco Hipólito Uzal, Miguel Ángel Scenna, Arturo Jauretche, Pedro Olgo Ochoa, Isidro Ruiz Moreno, Luis C. Alén Lascano, Emilio Corbiére, Julio A. Luqui Lagleyze, María Sáenz Quesada, Miguel Brascó, Aldo Ferrer, Juan Carlos de Pablo, etc., etc.
A la muerte de don Arturo Jauretche, el 25 de mayo de 1974, la revista le dedicó a su memoria una nota que reflejaba el último levantamiento radical de 1933 contra el general Agustín P. Justo (del que Jauretche participó). “Murió en fecha patria –aclaraba la dedicatoria-, quizá porque los demás días le quedaban chicos. Vaya pues esta crónica de Paso de los Libres (…) como homenaje de TODO ES HISTORIA a un fugaz colaborador y un antiguo y querido amigo y maestro”. Y en marzo de 1977, apareció un número especial de “Todo es Historia” dedicado a los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, quien hacía, para la fecha, cien años que había fallecido en Inglaterra. Mucho más se podría comentar sobre esta exitosa revista que aún hoy, a finales de 2009, continúa saliendo mensualmente.
Dos obras: “Los Caudillos” y “El 45”
Casi todos los libros que publicó Félix Luna fueron considerados muy beneficiosamente por la crítica. Escribió 27 obras, desde 1954 hasta 2006; nosotros queremos destacar dos de ellas: “Los Caudillos” y “El 45”, por lo menos de forma resumida.
En el primero de los títulos, y desde el vamos, Luna se coloca como miembro de la “civilización”, pero él es un “civilizado” que intentará rescatar las características de la “otra civilización”, que es la que asumieron los caudillos federales del interior patrio. En las primeras páginas, y a modo de prólogo, don Félix dirá que “la versión liberal de la historia no es otra cosa que la superestructura intelectual del programa de gobierno instaurado en el país después de Pavón”, y daba por sentado que “ahora la Argentina está preparada para asumir la verdad de su propia historia. No necesita anteojeras ni falsos pudores que le veden el conocimiento de las inevitables canalladas de todo proceso de formación nacional”. Pero desechaba a algunos historiadores revisionistas tanto como a los de la corriente liberal: “Naturalmente, Sarmiento, Mitre y sus continuadores académicos armaron la historia que ellos querían, porque justificando a ciertos próceres se justificaban ellos mismos y condenando a ciertos personajes hundían a sus enemigos contemporáneos. Los revisionistas –algunos de ellos, por lo menos- hicieron exactamente igual. De este modo se ha ido operando este extraño fenómeno que hace que la mitad de los historiadores argentinos opine exactamente lo contrario de la otra mitad… Esto no es positivo”.
En “Los Caudillos”, se dan a conocer datos biográficos y correspondencia privada de José Artigas, Francisco “Pancho” Ramírez, Juan Facundo Quiroga, Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela. En líneas generales, se puede decir que Félix Luna sale en defensa de sus sistemas de vida y de sus valores intrínsecos, como cuando entiende que “los caudillos federales fueron protagonistas auténticos y mayores de la historia y expresaron un rostro de la Patria que merece respeto. No fueron bandoleros ni tigres sedientos de sangre Quiroga, el Chacho o Varela”. Al presente, bien puede ser un libro de referencia a la hora de contemplar de modo más benévolo la vida de los gauchos federales del siglo XIX.
Como contemporáneo de Juan Domingo Perón, el referido Luna no pudo pasar por alto su figura, su obra ni sus gobiernos. Entonces, publicó “El 45”, obra de consulta obligatoria a la hora de entender cómo fue el 17 de octubre de 1945, fecha sublime del Nacional Justicialismo y del país todo. Lo extraordinario del asunto es que Félix Luna nunca fue peronista, y que, sin embargo, entendió que aquel año “el país entero decidió entonces adquirir un determinado estilo político y asumir una determinada conciencia”.
En otro párrafo del prólogo de “El 45”, añade el autor que “en 1945, mucha gente joven –yo también- fue catapultada hacia la política. Ese año, con su tensión emocional, con la presentación directa de un rostro nuevo de la Nación, nos marcó para siempre con el signo de la preocupación política y su trajinar. Fue para muchos un tiempo inaugural, inolvidable, cargado de motivaciones, de fervor y ansiedad”. Como puede notarse, aquél año también marcó una etapa en la vida privada de Félix Luna, de allí que diga que “este es un libro de memorias”.
Para poder hacer este extraordinario libro de historia política, Luna agradece los aportes de Raúl Apolo, Fermín Chávez, Jorge Farías Gómez, Edelmiro J. Farell, Arturo Frondizi, Ernesto Palacio, Juan Perón, Arturo Sampay, Vicente Sierra, Américo Ghioldi, etc., etc., además de sus máximos colaboradores de la revista “Todo es Historia” como Horacio J. Guido, Miguel Ángel Scenna, Fernando P. Alonso.
El libro consta de cinco capítulos y, al menos la edición del año 1986, tiene 509 páginas (Editorial Sudamericana). En la parte del “Epílogo hacia la Década Peronista”, el autor hace, quizás, una de las más bellas impresiones sobre el torrente popular que amaneció en el país en octubre de 1945, el cual aclamaba a un líder nato que él, Luna, tanto repudió desde que era militante radical: “Pienso que daría diez años de la vida de Félix Luna a cambio de un día, un solo día de Juan Perón. A cambio, por ejemplo, de aquella jornada de octubre, cuando se asomó a la Plaza de Mayo y recibió, en un bramido inolvidable, lo más limpio y hermoso que puede ambicionar un hombre con vocación política: el amor de su pueblo”.
A la muerte de don Arturo Jauretche, el 25 de mayo de 1974, la revista le dedicó a su memoria una nota que reflejaba el último levantamiento radical de 1933 contra el general Agustín P. Justo (del que Jauretche participó). “Murió en fecha patria –aclaraba la dedicatoria-, quizá porque los demás días le quedaban chicos. Vaya pues esta crónica de Paso de los Libres (…) como homenaje de TODO ES HISTORIA a un fugaz colaborador y un antiguo y querido amigo y maestro”. Y en marzo de 1977, apareció un número especial de “Todo es Historia” dedicado a los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, quien hacía, para la fecha, cien años que había fallecido en Inglaterra. Mucho más se podría comentar sobre esta exitosa revista que aún hoy, a finales de 2009, continúa saliendo mensualmente.
Dos obras: “Los Caudillos” y “El 45”
Casi todos los libros que publicó Félix Luna fueron considerados muy beneficiosamente por la crítica. Escribió 27 obras, desde 1954 hasta 2006; nosotros queremos destacar dos de ellas: “Los Caudillos” y “El 45”, por lo menos de forma resumida.
En el primero de los títulos, y desde el vamos, Luna se coloca como miembro de la “civilización”, pero él es un “civilizado” que intentará rescatar las características de la “otra civilización”, que es la que asumieron los caudillos federales del interior patrio. En las primeras páginas, y a modo de prólogo, don Félix dirá que “la versión liberal de la historia no es otra cosa que la superestructura intelectual del programa de gobierno instaurado en el país después de Pavón”, y daba por sentado que “ahora la Argentina está preparada para asumir la verdad de su propia historia. No necesita anteojeras ni falsos pudores que le veden el conocimiento de las inevitables canalladas de todo proceso de formación nacional”. Pero desechaba a algunos historiadores revisionistas tanto como a los de la corriente liberal: “Naturalmente, Sarmiento, Mitre y sus continuadores académicos armaron la historia que ellos querían, porque justificando a ciertos próceres se justificaban ellos mismos y condenando a ciertos personajes hundían a sus enemigos contemporáneos. Los revisionistas –algunos de ellos, por lo menos- hicieron exactamente igual. De este modo se ha ido operando este extraño fenómeno que hace que la mitad de los historiadores argentinos opine exactamente lo contrario de la otra mitad… Esto no es positivo”.
En “Los Caudillos”, se dan a conocer datos biográficos y correspondencia privada de José Artigas, Francisco “Pancho” Ramírez, Juan Facundo Quiroga, Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela. En líneas generales, se puede decir que Félix Luna sale en defensa de sus sistemas de vida y de sus valores intrínsecos, como cuando entiende que “los caudillos federales fueron protagonistas auténticos y mayores de la historia y expresaron un rostro de la Patria que merece respeto. No fueron bandoleros ni tigres sedientos de sangre Quiroga, el Chacho o Varela”. Al presente, bien puede ser un libro de referencia a la hora de contemplar de modo más benévolo la vida de los gauchos federales del siglo XIX.
Como contemporáneo de Juan Domingo Perón, el referido Luna no pudo pasar por alto su figura, su obra ni sus gobiernos. Entonces, publicó “El 45”, obra de consulta obligatoria a la hora de entender cómo fue el 17 de octubre de 1945, fecha sublime del Nacional Justicialismo y del país todo. Lo extraordinario del asunto es que Félix Luna nunca fue peronista, y que, sin embargo, entendió que aquel año “el país entero decidió entonces adquirir un determinado estilo político y asumir una determinada conciencia”.
En otro párrafo del prólogo de “El 45”, añade el autor que “en 1945, mucha gente joven –yo también- fue catapultada hacia la política. Ese año, con su tensión emocional, con la presentación directa de un rostro nuevo de la Nación, nos marcó para siempre con el signo de la preocupación política y su trajinar. Fue para muchos un tiempo inaugural, inolvidable, cargado de motivaciones, de fervor y ansiedad”. Como puede notarse, aquél año también marcó una etapa en la vida privada de Félix Luna, de allí que diga que “este es un libro de memorias”.
Para poder hacer este extraordinario libro de historia política, Luna agradece los aportes de Raúl Apolo, Fermín Chávez, Jorge Farías Gómez, Edelmiro J. Farell, Arturo Frondizi, Ernesto Palacio, Juan Perón, Arturo Sampay, Vicente Sierra, Américo Ghioldi, etc., etc., además de sus máximos colaboradores de la revista “Todo es Historia” como Horacio J. Guido, Miguel Ángel Scenna, Fernando P. Alonso.
El libro consta de cinco capítulos y, al menos la edición del año 1986, tiene 509 páginas (Editorial Sudamericana). En la parte del “Epílogo hacia la Década Peronista”, el autor hace, quizás, una de las más bellas impresiones sobre el torrente popular que amaneció en el país en octubre de 1945, el cual aclamaba a un líder nato que él, Luna, tanto repudió desde que era militante radical: “Pienso que daría diez años de la vida de Félix Luna a cambio de un día, un solo día de Juan Perón. A cambio, por ejemplo, de aquella jornada de octubre, cuando se asomó a la Plaza de Mayo y recibió, en un bramido inolvidable, lo más limpio y hermoso que puede ambicionar un hombre con vocación política: el amor de su pueblo”.
En las primeras ediciones de "Todo es Historia", se intentaba poner énfasis en aquellos temas que modificaron para siempre al país, como por ejemplo el asesinato de Juan Facundo Quiroga, que se auspiciaba en el ejemplar N° 1 de la revista.
No hubo para el doctor Félix Luna sepelio en el Congreso Nacional, y su deceso fue menos publicitado que el del masón, drogadicto, homosexual y malintencionado “cómico” Fernando Peña…
No hay comentarios:
Publicar un comentario