jueves, 17 de marzo de 2011

SILENCIO Y MISTERIO EN LA CASA DONDE VIVIO CAMPORA EN SAN ANDRES DE GILES

Héctor J. Cámpora, Eva Duarte y Juan Domingo Perón. Otras épocas, otras lealtades.

El título tiene las aristas suficientes para que sirva de nombre a una película o novela de terror. No hay dudas sobre eso. Pero como no escribimos sobre cosas ni cuestiones dedicadas al género en el cual fue grande Narciso Ibáñez Menta, por decir algo, ese camino queda descartado de antemano.

Un fin de semana de no hace mucho, nos carcomía el malhumor de una tarde de verano sofocante en la ciudad de Buenos Aires, por lo que, casi sin titubear, nos subimos al automóvil, prendimos el aire acondicionado y, con total premura, iniciamos el trayecto hacia algún punto en dirección al oeste. Luján, localidad llena de recuerdos infantiles y de Semanas Santas con la familia, parecía el lugar que iba a saciar nuestra búsqueda de aire fresco y buenos paseos. Sin embargo, no nos quedamos allí, continuando el viaje a la felicidad, o a lo desconocido.

Cercanos a San Antonio de Areco, antes preferimos seguir los carteles que señalaban otro pueblo muy cercano al anterior, y del que pocas referencias teníamos: San Andrés de Giles. ¿Qué había allí? No lo sabíamos. Y allá fuimos.



EL ALMACEN “2 DE MAYO”

Cuando el almanaque está próximo al 10 de noviembre, fecha en que se conmemora el Día de la Tradición, San Antonio de Areco es una fiesta: domas, guitarreadas, carbonadas, fogones, espectáculos y museos atraen a los turistas que, en cuestión de horas, ocupan todas las habitaciones de los hoteles del lugar, razón por la cual aquellos que no logran su cometido de quedarse en Areco, paran en los pueblos cercanos a éste. Como consecuencia de ello, San Andrés de Giles suele estar congestionada (el término es algo exagerado) y con todos sus hospedajes llenos.


Interior del almacén y antigua posta de reseros "2 de Mayo".

Tiene, debemos señalar, lugares magníficos y exactos paisajes como los que atravesó, antes de su ocultamiento en las tolderías amigas, el gaucho Martín Fierro. Abundan las llamadas casas de campo, de puertas altas y personas siempre cordiales, y si uno observa con un poco de precisión, notará que todavía hay calles de tierra, más que nada en los suburbios de San Andrés de Giles.

En un cruce de rutas, con caballos y vacas a la vista, nos detuvimos a hacer una visita comestible en el almacén “2 de Mayo”, vieja posta de reseros que a comienzos del siglo XX servía para pasar la noche antes de continuar rumbo a los mataderos de Buenos Aires (actual Mercado de Liniers del barrio de Mataderos). Su actual propietario se llama Juan García, cuyo padre adquirió el boliche el sábado 1° de mayo de 1944 a un señor de nombre Eleuterio Rodríguez.

El padre de Juan García era español, de allí el nombre que tomó este lugar (“2 de Mayo”) que rememora la fecha del 2 de Mayo de 1808, cuando tuvo lugar una revuelta de ciudadanos españoles en Madrid ante las fuerzas invasoras napoleónicas que deseaban someter a la corona española bajo su imperio. El número de españoles que murieron en el alzamiento fue cercano a las 350 víctimas, sobre un total de 380 sublevados, mientras que del lado francés hubo doscientos muertos. La derrota de los sublevados aumentó la cifra de sus bajas, que crecían merced a los fusilamientos sumarísimos que se sucedían a diario por orden del comandante galo Joaquín Murat.

El almacén “2 de Mayo” fue declarado sitio de interés municipal gracias a que los viejos habitantes de San Andrés de Giles rememoraron, con su relato y sus recuerdos, su importante función para los sufridos hombres que arriaban el ganado hasta la Capital Federal en épocas de accesos malos y carromatos duros, crujientes y pesados.

El sol se esfumaba lentamente por el horizonte, y nosotros continuábamos en este lugar fantástico de la patria gaucha, que tiene, en lo alto de una pared, una placa del año 2003 suscrita por un círculo tradicionalista llamado “El lucero”, y que está adornada con la siguiente leyenda: “HOMENAJE A LOS RESEROS PEREGRINOS DE LA PAMPA Y A ESTA CASA QUE LOS COBIJO EN LOS DESCANSOS”.

Nos fuimos del lugar, ya con el rumor incansable de los grillos y demás insectos de los pastos bonaerenses que acariciaban las paredes externas del lugar con reminiscencias de historia española.



LA MORADA DEL SILENCIO

Las luces del automóvil estaban encendidas, prestas para ayudarnos a salir del suburbio de San Andrés de Giles. Luego de algunas vueltas, dimos con una avenida que tenía por nombre “Dr. Héctor José Cámpora”. Y entonces nos acordamos que allí, en esta localidad bonaerense, había nacido aquel personaje, el odontólogo que había alcanzado el privilegiado status de ser Presidente de la Nación. Y no conformes con ese pensamiento quisimos saber dónde vivía, dónde estaba su hogar. ¿Sería una mansión? ¿Estaría en algún otro sector de los suburbios de San Andrés de Giles? ¿O directamente no encontraríamos nada? Fuimos tras ese objetivo: la casa de Héctor J. Cámpora.



Frente de la casa que habitó Héctor Cámpora, en San Andrés de Giles. Oscuridad, hermetismo y ocaso.

Ni un cartel nos aseguraba si estábamos cerca o lejos de la misma. Algunas gentes tomaban mate en la calle, ajenos a nuestra búsqueda. Cansados de buscar la vivienda del ex presidente, le preguntamos a un señor si sabía dónde quedaba. Con la amabilidad a flor de piel, nos indicó las calles y todo.

Nos conducimos por una calle cuyo nombre ahora no recordamos, pero que no era la principal. Buscamos algunos lujos, algo que nos permita adivinar que “allí vivió un presidente”. La casa con el número 787 de esa calle de nombre desconocido tenía un aspecto sepulcral: las ventanas yacían herméticamente cerradas, y de la puerta principal (la única que tenía el frente) no se veía luz en su interior. Parecía inhabitada, aunque por su aspecto prolijo no lo estaba en realidad.

Como las sombras de esa calle no dejaban ver con nitidez, aparcamos el auto y fuimos a corroborar, de más cerca, si estábamos ante la casa donde había vivido casi toda su vida Héctor José “el tío” Cámpora, un hombre que salió seriamente afectado tras su paso por la política nacional en la década de 1970.

Nos queremos detener en la sensación de abandono de aquella casa, a pesar de que había sido la que habitó una personalidad de nuestra historia contemporánea, aliado incondicional de Juan Domingo Perón, ni más ni menos. No había placas que indicaran que allí había vivido Cámpora, salvo dos chapas, una de las cuales decía: “HECTOR CAMPORA (H) – ABOGADO”. Listo. He allí todo. Nada más. Y debajo de esta chapa de bronce, se ubicaba esta otra: “CARLOS ALBERTO CAMPORA – ABOGADO”.

El final de su vida fue penosísimo. Sufría un cáncer terminal y casi como que no fue noticia su muerte en las postrimerías del año 1980. ¿Fue un político corrupto Cámpora? Al parecer, jamás le pudieron endilgar robo alguno de bienes públicos, ni cuando fue presidente de la Cámara de Diputados de la Nación entre 1948 y 1952, ni cuando ejerció como presidente del país desde el 25 de mayo hasta el 13 de julio de 1973.

La casa de Cámpora no tenía lujos, y sí, en cambio, un extraño matiz de olvido y leyenda. ¿Cuántos sabrán de este sitio? ¿Por qué no apareció nunca más un Cámpora en cargo alguno de la política argentina desde que Héctor José fue desplazado de la primera magistratura el 13 de julio de 1973? Si nos guiamos por los indicadores del frente de su casa, su hijo es abogado y vive por fuera de las mieles que, como hijo de un ex presidente, podría estar disfrutando como quien no quiere la cosa. Jamás apareció el primogénito del “tío” Cámpora reclamando nada en los medios, ni queriéndose costear alguna fama por tener uno de esos apellidos históricos y legendarios –hay que decirlo- del peronismo. ¿Puede ser esto posible? Los hechos así lo han reflejado en estos últimos 38 años.

La sangría de los años 70 del siglo pasado dejó en el camino muchos apellidos que tranquilamente en la actualidad pudieron seguir ligados a la función pública, a los grandes acontecimientos de la política y, por qué no, a los grandes casos de corrupción. No fue el caso de los Cámpora ni de los Carrillo ni de tantos otros peronistas que fueron piezas claves para el movimiento verticalista y orgánico del teniente general Juan Perón.

Sacamos algunas fotos de este lugar lleno de misterios y penumbras, antes de irnos. No recibimos quejas por esto; todo quedó como al comienzo: quieto, sin bullicio ni jarana. Más dudas que certezas, silencios incólumes, leales, inexpugnables.




El desarrollo argentino evidenciado en los años en que gobernaba el teniente general Juan Domingo Perón no ha sido superado en la historia, por eso fuimos, somos y seremos nacional-peronistas por antonomasia los integrantes de la Agrupación Patriótica AURORA. Y la voz y las definiciones de ese hombre, plasmadas en los márgenes de una doctrina cristiana, humanista, simple, práctica y popular, significarán para nosotros las última sentencias válidas, los últimos veredictos acertados de todo lo que se tenga que agregar o decir sobre el Movimiento Nacional Justicialista. Por eso mismo, la actuación del último Cámpora está perfectamente definida por una frase que el propio Perón le manifestó a su amigo, el doctor Carlos Seara, un día de 1974:

“Mire doctor, mire lo que es la vida. Yo no vine aquí a ser presidente, vine a residir en la Argentina, ser figura de consulta, vivir tranquilo, ser referente y ocuparme de la macropolítica, y que Cámpora gobernara. Ahí seguí el consejo de Evita, que siempre me decía que Cámpora era la persona más leal que teníamos. Pero fíjese lo que pasó, Cámpora se dejó copar por los zurdos. Así que yo, que no vine a ser presidente, ahora tengo que hacerme cargo de este quilombo”.

Salimos de San Andrés de Giles en medio la nocturnidad más cerrada, dejando atrás sus casas de campo, sus aromas a flores silvestres… y los espíritus fantasmales que abonan la leyenda del doctor Héctor José Cámpora y su familia, actores ausentes de las últimas cuatro décadas de vida política argentina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando el liberal y centroderechista periodista Mariano Grondona afirma que prefiere al último Perón, por su sabiduría y su intención de llegar a la Unidad Nacional; yo -un simple anónimo- sostengo que, el Perón del 1943 al 55, "jamás" hubiese pactado con el diablo. El exiliado anciano, desesperado por volver -bajo cualquier forma- a su país, creó un caldo de cultivo entre derecha e izquierda, atrás quedó su nacionalismo contra el capital y a favor de los pobres. Aquí se ven a personajes siniestros como Cámpora, Abal Medina, Gelbard, López Rega, Massera y un sin fin de lacras. Como era obvio, las facciones en pugna explotaron. El propio Perón, ya como presidente, salió a reprimir a la izquierda reaccionaria, pero todo fue en vano. Comenzaba el período más negro en la historia de la Argentina del Siglo XX.

EL "Tío" Cámpora fue uno de los actores principales de dichos sucesos escritos con sangre.