jueves, 1 de noviembre de 2007

UN DIA COMO HOY LA SUBVERSION MARXISTA ASESINABA AL COMISARIO GENERAL ALBERTO VILLAR, UN EJEMPLO DE LA POLICIA FEDERAL ARGENTINA

El Comisario General Alberto Villar rastrillando los montes en Catamarca. Circa 1973/1974.

1974 - 1º DE NOVIEMBRE - 2007



"La Muerte es ligera como una pluma, solo el deber pesa como una montaña"...



El Comisario General Alberto Villar fue designado como Jefe de la Policía Federal Argentina por el Teniente General Juan Domingo Perón, y fue la demostración más clara de cómo se puede combatir a la subversión y el flagelo terrorista desde la democracia. Porque Villar fue Jefe de Policía en democracia. Que eso no lo olvide nadie.

Eran las 10:30, aproximadamente, del viernes 1º de Noviembre de 1974, “Día de todos los Santos”. Tres vehículos Ford Falcon avanzaban lentamente sobre los 200 metros de tierra de la calle Luis Pereyra, en Tigre, el único acceso hasta el fondeadero “Sandymar”, sobre el arroyo Rosquete y detrás de los astilleros “Astarsa”, a orillas del río Luján. En uno de esos autos y protegido en su vanguardia y retaguardia por 10 miembros de su custodia personal, viajaban el Jefe de la Policía Federal, Comisario General Alberto Villar y su esposa, Elsa María Pérez.

Al llegar a la guardería náutica, la calma del lugar no se alteró cuando descendieron del rodado Villar y su mujer, ambos vestidos de sport para la ocasión y portando bolsos como para pasar el día en el delta.

A la hora apuntada subieron a la lancha de no más de 10 metros de eslora llamada “Marina”, que les había acercado un marinero. Ahora sí, todo estaba dispuesto para disfrutar del sol de aquella mañana. El crucero propiedad del entonces comisario, y que había permanecido con el motor en marcha durante 15 minutos, esperando el abordaje de la pareja, lentamente comenzó a pasearlos, adentrándose uno, ocho, quince, treinta metros en el río. Entonces “se produjo una explosión indescriptible y prácticamente la total voladura de la embarcación que, en medio de un cerco de fuego, se hundió rápidamente”, dio su versión un vecino del lugar. La nave desapareció justo en el centro del riacho La Rosqueta, ante la mirada atónita e impotente de la custodia policial, que en este caso logró salvar la vida al obedecer las órdenes directamente de su jefe de quedarse a esperarlo en el pequeño muelle.

La desesperada ayuda de un remero tampoco sirvió de nada. Los cadáveres de la pareja Villar estaban mutilados y muertos antes de hundirse la embarcación. Cualquier intento, cualquier movimiento ya era demasiado tarde. El Jefe de la Policía Federal de un gobierno democrático y su esposa habían muerto asesinados.

En un primer momento lo único que se sabía era lo que se ignoraba: 1) que un artefacto explosivo (colocado en la quilla de la “Marina”, tal vez por hombres ranas) había sido el arma mortal; 2) que ninguna organización guerrillera se había adjudicado el crimen.

Aun cuando ninguna organización subversiva se había adjudicado el asesinato, dentro de Montoneros se sabía la verdad. Hasta el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) tuvo que admitirlo, y lo hizo a través del periódico “Estrella Roja”, su órgano oficial: “…una unidad de la organización hermana Montoneros llevó a cabo el ajusticiamiento del Jefe de la Policía Federal… El ERP saluda calurosamente a esta sección de Montoneros que ubica a la organización en la trinchera de los que luchan con las armas en la mano contra este gobierno reaccionario y proimperialista…”.

Y como para no ser menos, la banda de Roberto Santucho, ese mismo día, procedió a ocupar el pueblo Los Sosas, en pos de su objetivo de dar fuerza a la guerrilla rural.

El “Operativo Villar” fue detalladamente procesado por los “GEC” (Grupos Especiales de Combate). Estas unidades se formaron con posterioridad al asesinato del dirigente radical y ex ministro del Interior del gobierno del General Alejandro Agustín Lanusse, el doctor Arturo Mor Roig, en junio de aquel año. La Conducción Nacional creó a partir de este “éxito” a medias (muerte de Mor Roig, un guerrillero muerto, otro capturado), los GEC, un proyecto luego concretado de conformar tropas de elite. A diferencia de otras unidades montoneras, éstas actuaban en cualquier jurisdicción. Sus principales líderes fueron Horacio Mendizábal (alias “El Vasco”, muerto en 1979) y Roberto Cirilo Perdía (alias “El Pelado Carlos”, ahora pasteurizado, homogeneizado e indultado y funcionario de los gobiernos de turno), quienes junto a Norberto Habbeger (alias “El Cabezón”, desaparecido en 1979) provenían de la banda “Descamisados”, la cual en 1968 se fusionó con Montoneros.

El Comisario Alberto Villar era “la síntesis de la represión” para las bandas armadas del marxismo. Al parecer, su asesinato estaba determinado desde los años de Lanusse. Así, no tardaron en enterarse, por informes de su propia inteligencia (Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky eran los pilares de la misma), que en los astilleros “Astarsa”, en el Tigre, había entrado en reparaciones la embarcación de Villar, “Marina”, y que el mismo comisario ordenaba que se terminara rápido porque deseaba navegar en su primer día de franco. El primero que se enteró fue Norberto Ahumada (alias “Beto”, capturado en 1977 por los Grupos de Tareas de la Marina y llevado a la ESMA, donde habría “prestado colaboración” que le significó su liberación dos años después y su partida a España, donde actualmente reside). De “Beto”, la información pasó inmediatamente a los GEC, que luego se enteraron, hacia el 25 de Octubre, que el 1º de Noviembre sería “el día”. Por lo pronto, tenían la imperiosa necesidad de saberlo con precisión, porque la carga debía ser colocada apenas un día antes y sin que en los astilleros nadie tuviera la menor idea de lo que sucedería; no sólo para prevenir “filtraciones”, sino también para no comprometer a los trabajadores-agentes que habían brindado la información clave.

Mendizábal, jefe de los GEC, había descartado de plano la idea de un operativo a lo Aramburu, a lo Vandor o incluso a lo Rucci, debido a la fuerte custodia y a todas las medidas de seguridad que protegían al comisario. Para algunos “montos”, la figura de Villar inspiraba odio, sobre todo después de decidir la clausura del diario “Noticias” (el que dirigía Miguel Ángel “cogote” Bonasso), que era una de las principales fuerzas de la propaganda montonera, financiada por Gelbard, Graiver y otros), y por sus declaraciones posteriores que constituyeron todo un desafío propio de un pesado que sabía que tenía los días contados: “Ya tenía un cajón para él, pero él tenía varios para nosotros”, decía un guerrillero de la época.

El siguiente paso de los GEC, fue determinar el orden y los ejecutores. De este modo fueron designados dos pelotones integrados cada uno por cinco guerrilleros perfectamente adiestrados. Todo fue dirigido por “El Vasco” Mendizábal, la coordinación de “Beto” Ahumada, una combatiente jamás identificada, otros dos conocidos como “Nacho” y “Pippo” (que habían participado en el asesinato de José Ignacio Rucci) y Máximo Nicoletti (alias “El Gordo Alfredo”) y su señora. La intervención de Nicoletti sería clave para el operativo, pues se trataba de un buzo táctico con registro profesional y a la vez experimentado hombre montonero. Como en el caso de Ahumada, años después, “El Gordo Alfredo” también fue capturado por los Grupos de Tareas y llevado a la ESMA junto con su mujer al intentar volar una nave misilística de la Armada. Ambos fueron liberados en 1979, se hizo orgánico del SIN (intentó, sin éxito volar una nave de guerra inglesa en Gibraltar con algunos oficiales de la Armada). Su mujer, Liliana Chiernajowski, se terminó casando con el Vicepresidente de la Nación en el gobierno de la ALIANZA, Carlos “chacho” Álvarez.

Precisamente Nicoletti y el guerrillero identificado como “Pippo” aproximadamente a la 1 de la madrugada del viernes 1º de Noviembre de 1974, se sumergieron en las aguas del Tigre con el equipo completo de buceo y casi 20 kilos de trotyl bajo el brazo. Según sabían, este elemento era el único que se podía emplear bajo el agua y que además resultaba de sencilla aplicación.

Así fue como colocaron la bomba debajo del asiento del conductor, de la manera más disimulada posible. Las horas pasaron. Los dos pelotones montoneros apostados con itakas, ametralladoras y armas largas, sólo aguardaban la llegada de Alberto Villar. La idea era detonar el “caño” cuando el comisario todavía se mantuviera en la orilla, para que de este modo murieran tanto él como sus custodios, pero la presencia de varios peones y otros trabajadores lo hizo imposible. Sin embargo, la muerte de la señora Elsa María Pérez de Villar pareció no valer tanto.

La explosión despidió el cuerpo de la mujer hasta la ribera del riacho. El cuerpo del comisario, en cambio, fue encontrado completamente mutilado junto a los restos de su embarcación.

De esta manera cruel y despiadada murió asesinado un hombre que demostró que se puede luchar ‘por derecha’ contra las bandas del marxismo, encarnadas en Montoneros y ERP. Que en la realidad concreta era el pensamiento del General Perón. O sea que él se hacía cargo y no como otros uniformados que ocultaban su cobardía en los subordinados y jamás “ponían los dedos”, que es lo que manda el honor militar…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tuve el honor de tener como Jefe al "Tubito", era como un Padre.
Tengo la teoría de que el Gordo Alfredo, siempre fue orgánico de la Marina, y que esta necesitaba desembarazarse de Villar, lo otro ya lo conocemos...