Guillermo Rojas es un periodista y escritor nacionalista. Es autor del conocido libro “Años de Terror y Pólvora, el proyecto cubano en Argentina” y de “30.000 Desaparecidos, Realidad, Mito y Dogma” ambos referentes al episodio de guerra revolucionaria acaecido en nuestro país, y a sus consecuencias que se extienden, en un ejercicio de total tergiversación histórica, hasta el presente. Su ultima obra “De Patagones a Cromagnón. Progresismo y sub cultura rock”, a propósito de los conocidos y luctuosos hechos de diciembre de 2004, analiza el fenómeno del rock como un derivado del progresismo, desnudando los orígenes comunes de ambos y la instrumentación que se hace hoy en día de dicho fenómeno, empleándolo para anular a la juventud e introducirla en la masificación global generalmente como fácil clientela de la trata de narcóticos y de una falsa contestación social.
Actualmente, es columnista permanente del mensuario “Patria Argentina”, y dirigió hasta hace poco tiempo el periódico nacionalista de La Plata llamado “El Objetivo, rescatar la Patria”. En base a ese medio de prensa junto con un núcleo de militantes de distintas partes del país ensambló la Red Patriótica Argentina, colectivo de grupos cuya finalidad es principalmente predicar el mensaje nacionalista a quienes no lo conocen, en lo posible unificar al nacionalismo y al mismo tiempo convertirlo en una opción de poder alternativo a este sistema vigente que desde hace más de siglo y medio oprime de mil maneras a la Argentina y a su pueblo.
Actualmente, es columnista permanente del mensuario “Patria Argentina”, y dirigió hasta hace poco tiempo el periódico nacionalista de La Plata llamado “El Objetivo, rescatar la Patria”. En base a ese medio de prensa junto con un núcleo de militantes de distintas partes del país ensambló la Red Patriótica Argentina, colectivo de grupos cuya finalidad es principalmente predicar el mensaje nacionalista a quienes no lo conocen, en lo posible unificar al nacionalismo y al mismo tiempo convertirlo en una opción de poder alternativo a este sistema vigente que desde hace más de siglo y medio oprime de mil maneras a la Argentina y a su pueblo.
Agrupación Patriótica AURORA (A.P.A.): Guillermo, ¿podría comentarnos un poco su historia personal?
Guillermo Rojas (G.R.): Nací en Buenos Aires, pocos años después de promediar el siglo XX, fui el primer hijo de una familia donde mi padre era militar y mi madre maestra primaria, digamos “un clásico” de la época. Me eduqué entre escuelas públicas, algunas de ellas de frontera, y colegios religiosos católicos. Lo mismo que mi hermana tres años menor que yo. En mi familia regían principios muy arraigados de defensa de la religión, las tradiciones, la familia, la autoridad y la Patria. Pero a este marco lo acompañaba una absoluta libertad con respecto a las ideas que se barajaban para defender estos principios rectores. Al mismo tiempo se vivían esas ideas con alegría, no exenta de sentido del humor. La amargura y el pesimismo no eran cosas nuestras.
Dios, Patria y Familia fueron los principios que mamé en la cuna, los que mis abuelos legaron a mis papás y ellos a mí y a mi hermana y en esos principios voy a continuar hasta el final de mi vida, Dios mediante con la misma alegría que me los inculcaron.
Guillermo Rojas (G.R.): Nací en Buenos Aires, pocos años después de promediar el siglo XX, fui el primer hijo de una familia donde mi padre era militar y mi madre maestra primaria, digamos “un clásico” de la época. Me eduqué entre escuelas públicas, algunas de ellas de frontera, y colegios religiosos católicos. Lo mismo que mi hermana tres años menor que yo. En mi familia regían principios muy arraigados de defensa de la religión, las tradiciones, la familia, la autoridad y la Patria. Pero a este marco lo acompañaba una absoluta libertad con respecto a las ideas que se barajaban para defender estos principios rectores. Al mismo tiempo se vivían esas ideas con alegría, no exenta de sentido del humor. La amargura y el pesimismo no eran cosas nuestras.
Dios, Patria y Familia fueron los principios que mamé en la cuna, los que mis abuelos legaron a mis papás y ellos a mí y a mi hermana y en esos principios voy a continuar hasta el final de mi vida, Dios mediante con la misma alegría que me los inculcaron.
Como se imaginarán, por la carrera de mi padre estuvimos en distintos lugares del país, tocándonos vivir diferentes vicisitudes históricas y políticas de una época convulsa. Hacia mediados de la década de los 70 nos establecimos definitivamente en Buenos Aires, donde estudié la carrera de abogado y donde actualmente trabajo como consultor y asesor empresario. Aquí formé una familia. Tengo tres hijos que cursan hoy la universidad.
Es destacable que pertenezco a una generación identificada por la historia del sistema como la generación de “los desaparecidos”. Una generación, que, a contrapelo de esa historia oficial, se dedicó a trabajar y a estudiar, a sacrificarse y “pelar el lomo” esquivando los bombazos marxistas y tratando de sobrevivir al desastre económico y político demoliberal. Esa fue la divisa de mi generación, el sacrificio, en una época por demás peligrosa y confusa. Solo un grupúsculo insignificante de inadaptados, delincuentes y asesinos se abocaron a la guerrilla y la violencia ideológica castrista y hoy son mostrados como “referentes”, como “lo mejor de toda una generación”. La historia políticamente correcta es un canto al fracaso, el crimen y la muerte: eso es “lo mejor” para ella. Es indignante la basura que se enseña hoy como historia de lo que fue “mi” generación. Es bueno empezar a reivindicarla desde la verdad, no desde la chatarra ideológica disfrazada de memoria colectiva.
Tengo que decir que fui bendecido por Dios al haber nacido en la familia donde nací y me eduqué. Cuando veo hoy las familias destruidas, convertidas desde el Estado mismo en engendros contranatura y a la juventud entregada a la degradación espiritual, moral y física, a la droga, al alcohol, a la estupidización que esparce por el orbe entero la propaganda imperialista y la cultura demencial del progresismo, me doy cuenta de la tremenda responsabilidad que tengo por el legado que recibí y debo transmitir. La bendición mencionada implica esa responsabilidad.
A.P.A.: ¿Desde cuándo milita Ud. en el nacionalismo y qué figuras del mismo lo han influenciado más, tanto del pasado como de la actualidad?
G.R.: Podemos decir que en realidad el primer encuentro que tuve con la Patria fue en mi infancia en el sur. Los actos patrióticos, por ejemplo, allí revestían una solemnidad especial, la atmósfera diáfana, el frío, a veces el paisaje solitario o desolado, la cercanía y el contacto con la tierra, hacían sentir más cerca de aquello que representaba la bandera que se estaba izando.
A los 6 o 7 años ya leía trabajosamente libros de la biblioteca de mi abuelo paterno. Libros que hablaban justamente de gauchos e indios de la Argentina vieja. El Martín Fierro casi lo aprendí de memoria, esto me derivó finalmente al personaje que podríamos llamar el Primer Gaucho Argentino, Don Juan Manuel de Rosas. La admiración por él fue grande, tanto que me dura idéntica hasta hoy. Aun guardo en mi biblioteca casi desintegrado el libro de Gálvez sobre la vida del prócer, que leía y releía una y otra vez. Con estas cosas fui haciendo carne el hábito de la lectura que con tanto afán me inculcara mi madre y al mismo tiempo ejercitando el espíritu de indagar en los hechos históricos y políticos, aun sin comprenderlos con precisión. Pensaba que si Rosas, un gigante, había amado y defendido estas tierras, no podíamos hacer otra cosa que imitarlo. Un día no sé cómo, alguien me llevó a una charla de las que daba el P. Julio Meinvielle. Para esa época tenía ya 14 años y a pesar que sentía una atracción visceral hacia la política, había miles de cosas que no comprendía o entendía mal, por mi extrema juventud y falta de formación. Recuerdo que después de ir a un par de conferencias comencé a leer sus libros. Me decía: “este cura dice lo mismo que yo pienso y no puedo expresar”: que podía expresar yo con precisión a los 14 o 15 años...
Así continué leyendo y formándome siempre siguiendo la línea del nacionalismo clásico, el P. Castellani influyó mucho en mí, sobretodo por su forma alegre y desenfadada de escribir, su humor para decir hasta las cosas más profundas e importantes. También influyeron en mi forma de ver la historia los clásicos del revisionismo, así como la crítica al liberalismo y al colonialismo económico vigente, realizada por los Irazusta o por Scalabrini Ortiz.
Lógicamente marcó en forma definitiva mi adhesión al nacionalismo, la figura universal y legendaria de José Antonio Primo de Rivera, de su forma de ver la política, de la dimensión social que le daba al nacionalismo, de su idea de una nación como unidad de destino, de una Patria para todos y especialmente su entrega heroica a los designios que para él, había reservado la Providencia Divina. Es el arquetipo del patriota que da todo, hasta la vida misma sin pedir nada. Es el arquetipo del héroe joven y su ejemplo es imperecedero. Pero no solo me influenció ese personaje sin par, sino también el de la verdadera pléyade que le acompañó en la Falange, sin duda lo mejor de la España de entonces.
Volviendo a lo nuestro les diré que a partir de 1973 fui asiduo lector de la revista Cabildo. Una publicación sin duda extraordinaria no solo dentro del nacionalismo, sino en lo que hace al periodismo argentino en general, a pesar que sobre ella pesaba un espeso silencio. De esa forma me fui familiarizando más con un nacionalismo militante justamente en momentos graves para la Patria como lo fueron los años de la guerra revolucionaria. Compartía especialmente con esa revista la idea de combatir hasta su definitiva derrota al castrismo, tanto en el plano militar como cultural (esto último justamente, lo que los militares no hicieron por su adscripción al liberalismo), así como después apoyé las criticas y el repudio a la entrega de nuestra Patria al Imperialismo Internacional del Dinero (que dura incólume hasta hoy) iniciada por el gobierno del Proceso mediante la gestión Videla-Martínez de Hoz y las que le siguieron en dicha crapulosa actividad hasta el presente. Cabildo, en aquella época, en medio de dificultades y clausuras, era una voz solitaria que defendía el interés nacional de manera inclaudicable.
Justamente por esa prédica a fines de la década de los 70 principios del 80 comencé a militar en el Movimiento Nacionalista de Restauración.
La inolvidable gesta malvinera sería la oportunidad de afianzar mis convicciones y al mismo tiempo de confirmar quién era nuestro real enemigo. Quedaba plasmada en los hechos la identidad del mismo. Como también algo que jamás pude apartar de mi mente: la idea de que el sistema impuesto en Argentina después del Proceso, y gracias en parte al mismo, la dichosa democracia eficiente, moderna y estable, era hija de la derrota del 14 de junio, como ya lo han sostenido personas mucho más doctas que yo. Variados argumentos han confirmado en sus peores extremos este acierto. El régimen nacido en octubre de 1983 salió de las sentinas de la task force, ese enemigo mortal de nuestra Patria. La destrucción que ha causado habla por sí sola.
Finalizada en la segunda mitad de los 80 la experiencia del MN de R, un tanto desilusionado y en medio de variados problemas personales, me refugié en la vida privada y me dediqué a preparar durante la década de los 90 mis dos primeros libros.
A.P.A.: ¿Por qué se crea la Red Patriótica Argentina que Ud. dirige?
G.R.: Primeramente quiero decirle que la Red Patriótica Argentina no es dirigida por mí. Tiene una mesa nacional provisoria integrada por los dirigentes de las distintas agrupaciones que la componen y yo realizo tareas de coordinación simplemente, hasta que un congreso que tenemos planificado hacer este año designe autoridades definitivas.
Para contestar su pregunta de fondo, la misma nace como una necesidad de tratar de aglutinar, de unir a los diferentes grupos nacionalistas y a los militantes dispersos y desmovilizados, bajo una serie de principios comunes, principios que a todos los nacionalistas les son conocidos y en los que están plenamente de acuerdo. Existe un anhelo real de llevar al nacionalismo nuevamente a ganar la calle. De renovar su mensaje y fundamentalmente de ganar nuevos adherentes. Eso sólo se logra difundiendo sus principios y teniendo una organización donde esos nuevos nacionalistas puedan formarse acabadamente y militar a favor de la Argentina. Una organización donde se formen cuadros que serán justamente en el futuro la generación de recambio que el nacionalismo necesita. El nacionalismo necesita tener una política de poder, construir su propio poder y al mismo tiempo mostrar mediante propuestas serias y creíbles para la gente en general, que puede ser una opción de recambio a este régimen corrompido. Para esa tarea debe poder reunir un número crítico de gente tanto para la etapa agonal de la política, para la lucha tal como se plantea actualmente, como para después, en caso de tener éxito, para la etapa arquitectónica, para gobernar.
Debemos continuar con esta empresa contra viento y marea. La idea de continuidad es muy importante, pues dentro del nacionalismo se han armado y desarmado grupos con demasiada frecuencia, lo cual no inspira confianza en la gente y abre paso a la desmoralización de los militantes.
A.P.A.: Justamente, es notable la desmoralización de muchos camaradas. ¿A qué creé que se debe eso?
G.R.: Me adelanto a decirles que esto no es más que una opinión mía, puede haber otras mejores y más certeras, tampoco quiero que se tome esto como una crítica que ofenda la susceptibilidad de nadie. Es sólo una apreciación personal que surge de una observación. Nada más.
Creo que la primera y principal causa es justamente de orden externo al nacionalismo y está dada por la enorme difusión que ha tenido, especialmente después de la caída del muro de Berlín y el fin de la bipolaridad, la ideología del mundialismo, que proclama el fin de las nacionalidades y el denominado mundo uno bajo la férula de la ONU para algunos como el supragobierno o de una sola potencia hegemónica como gendarme global, para otros. Lógicamente la forma política que propone este mundialismo es la democracia de masas a escala global como forma política, el capitalismo liberal rapiñero conducido por el Poder Internacional del Dinero con sus bancos y multinacionales, como forma económica, y el izquierdismo aguachento, amoral, demagógico y permisivista llamado progresismo como molde cultural. Debemos tener en cuenta que esto se nos impone a nosotros antes de la caída del comunismo, justamente como medicina para evitar otro episodio como el de Malvinas, pero se reafirma aun más y a escala planetaria, después de 1989. Esta tendencia, presentada por los medios de comunicación como algo imparable que signará a la humanidad en el futuro, dotado a su vez de enormes medios tecnológicos, la ausencia de una oposición a ese enemigo, que no sean más que variantes del mismo, el discurso de la jerarquía de la Iglesia, en infinidad de casos, favorable a ese estado de cosas y la exhibición de la violencia brutal de la maquinaria militar que apoya al mismo y disciplina a las naciones díscolas a fuerza de matanzas terribles, presentadas como nobles y necesarias “cruzadas”, produce la sensación de derrotismo, de que nada se puede hacer contra tan terrible poder o impele a una suerte de mesianismo del fracaso: “está todo perdido pero debemos militar y hacer igual”. Lo que tampoco impulsa a la lucha y el compromiso. Con referencia a esta frase que se menciona frecuentemente en nuestro ambiente, debo puntualizar que ignoro cuándo será el fin del mundo pero lo que si sé, porque así lo enseña la Iglesia, es que puede retrasarse ese final si se reza y se hace el bien y una forma de hacer el bien es combatir políticamente por el bien común, por la Patria.
Si a lo reseñado unimos la propaganda judía y sionista permanente contra el nacionalismo, tendremos un cóctel perfecto para la desmoralización y la deserción.
Otra cuestión está dada por lo interno del movimiento nacionalista en sí, aquí en Argentina, y su derrotero histórico desde hace medio siglo. A partir del surgimiento y caída del primer peronismo, el nacionalismo se vio dividido entre quienes seguían una corriente pro justicialista y quienes se inclinaron, desde una vertiente estrechamente ligada a la Iglesia, en influir políticamente entre los militares, entre los cuadros de las FF.AA., siendo en aquellos momentos éstos un importante factor de poder.
Hoy, a tenor de lo ocurrido, debemos reconocer que ambas modalidades fueron equivocadas.
Los primeros terminaron nadando en las nauseabundas aguas partidocráticas, como muchos personajes que conocemos, presentes en este gobierno y otros anteriores, de similar calaña. Desgraciadamente en dicho derrotero han arrastrado a gente que podría haber sido útil a un nacionalismo renovado. Algunos utilizaron al nacionalismo como coto de caza de militantes para después llevarlos al peronismo.
La desaparición de los militares como factor de poder, su tendencia oficialmente liberal, su actual existencia meramente formal y su adscripción institucional a la Doctrina de los Derechos Humanos, marca también la debacle de la segunda vertiente, con el agravante para ella, que la gran mayoría de la jerarquía de la Iglesia repudia de la forma más radical al nacionalismo y se alinea, como surge del último compendio de Doctrina Social de la Iglesia, al mundialismo, la globalización, o en puntuales casos con el progresismo pro marxista conocido como liberacionismo.
Desgraciadamente, este derrotero que termina en la adscripción al Sistema de unos, y la práctica desaparición o aislamiento de los otros, ha tenido como corolario que los nacionalistas no nos organizáramos políticamente, perdiendo tiempo valiosísimo. Pues la critica que los grandes autores nacionalistas hacían al Régimen, en ciertos casos francamente proféticas, y las consecuentes soluciones que proponían, hoy se ven corroboradas en los hechos las primeras, y no capitalizadas en nuestro favor las segundas justamente por la falta de un elemento como es la organización.
Por ello recalcamos el tema de organizarnos, de formar algo absolutamente nuestro que nos identifique claramente. Nacionalista puede ser cualquier argentino de buena voluntad esclarecido sobre la razón de nuestro combate y sobre la identidad del enemigo a batir, que ame a la Patria, a su familia, que siga el orden natural y las iniciativas de sentido común, repudie las patrañas en que se basa este Régimen, que reconozca que el alma de nuestra Nación es católica y defienda la impronta cristiana marcada en su cultura. El nacionalismo es para todos los argentinos de bien y debe ser, como dice un camarada: “una Iglesia de puertas abiertas”.
Debemos terminar con la imagen que ha forjado el Régimen del nacionalista tipo, como un sujeto peinado con gomina como en la década de los 30, un energúmeno, un disfrazado de Hitler, o la de un miembro de alguna pandilla que desfoga su frustración contra inmigrantes o que se dedica a patear la basura que produce el Sistema con varios litros de “birra” en el cuerpo. Esa es la imagen que ha forjado el sionismo y que sirve a los sionistas, la caricatura bizarra del nacionalismo. ¿Díganme si esa eterna marginalización y ridiculización que esparce la prensa establecida y es sobreactuada en muchos casos por los mismos que se dicen nacionalistas, unido a lo ya mencionado anteriormente, no sume en la desesperanza y la desmoralización a los camaradas y espanta a potenciales adherentes o militantes, que honesta y racionalmente tienen la idea de defender a la Argentina?
A.P.A.: ¿Qué hace falta para que exista una genuina cohesión de los militantes que hoy por hoy están dispersos o actuando aisladamente en el territorio nacional?
G.R.: Tendría que decir que lo que se necesita primeramente es claridad de objetivos, una finalidad palpable y posible, clara y adecuadamente explicitada. Un mensaje y un curso de acción acorde al momento en que se vive y a los problemas y peligros que la Patria enfrenta hoy y la existencia de una política detrás como para llevarla a la práctica. La imagen, como decía, de una organización que se prolonga en el tiempo y que esta sólidamente fundada para servir a la Argentina. No la de algo que se hace por impulso de las circunstancias, improvisadamente para satisfacer cuestiones meramente circunstanciales o necesidades sectoriales o personales. Justamente mediante la organización pretendemos superar personalismos y aspiramos a que la misma se prolongue en el tiempo, más allá de naturales contingencias biológicas humanas.
En segundo lugar y existiendo esto, hace falta la predisposición de los militantes de salir de la desidia o de las conductas burguesas o anárquicas para ganar nuevamente la calle. La calle es un importante sitio simbólico que desde hace décadas está en manos del enemigo. Uno puede difundir sus ideales hoy en día mas fácilmente – en especial por la existencia de Internet- pero no se puede militar por ese medio. Hay que ocupar espacios en la calle, ganarle la calle al enemigo, o en principio, tener importante presencia en la misma.
Hablo de predisposición de los militantes por que muchos, tal vez influidos por el ambiente o por las modas vigentes no se avienen a militar orgánicamente respetando una autoridad que los dirija. Así que la deserción puede verse desde distintos puntos, uno de ellos es el de la conducta individual y personal, la disciplina propia de cada camarada, la forma que en él ha influido la cultura del sistema en lo que hace a la destrucción de la autoridad. Son muchos años de martillazos del Régimen para pensar que haya gente que no ha sido tocada por ello.
Nada se va a lograr si actuamos como franco tiradores, muchas veces bajo consignas absolutamente inadecuadas que nos exponen a las réplicas del enemigo u otras veces inorgánicamente, realizando reclamos o protestas contra los efectos que produce el Régimen desentendiéndonos de las causas o divorciados de un contexto estratégico adecuadamente antisistémico.
Además se debe tener en cuenta que para evitar la desmoralización y el descreimiento de la militancia, la organización debe hacer lo que dice. No debe haber en ningún caso un divorcio entre el discurso y los hechos. Lo contrario desacredita, siembra la desconfianza y la zozobra. Da una pésima imagen de falta de seriedad hacia adentro y hacia fuera. Esa es la mejor forma de combatir el desánimo, dando el ejemplo. Lo contrario es hacer lo mismo que hace cualquier banda partidocrática del Régimen.
A.P.A.: ¿Cuales han sido los mayores logros de la Red Patriótica Argentina y cuales son los planes para el futuro?
G.R.: Creo que uno de los mayores logros, a pesar de ser algo que aun se encuentra en pañales, ha sido hilvanar las voluntades de un grupo de gente que tiene la intención de formar un movimiento nacionalista coherente, renovado en su mensaje y orientado a dar a conocer masivamente ese mensaje que con el correr del tiempo impregnó a diversas expresiones de la política local, pero que no pudo llevarse a la práctica integralmente más que nada por falencias organizativas y disensos internos en algunos casos francamente increíbles.
Gente que desea sacar a nuestra Patria de la postración en que se encuentra y en el estado de servidumbre hacia los poderes mundiales en la que vive inmersa. Gente que desea servir al bien común desinteresadamente terminando con el engaño y la explotación en que este sistema venal ha llevado a la Argentina y a los argentinos. El mayor logro en sí mismo es el consenso, la confluencia de voluntades. La concordancia con todo lo que esta palabra significa etimológicamente. Especialmente se manifiesta esto ultimo en la voluntad unívoca de extender el nacionalismo entre los compatriotas que no lo conocen y especialmente entre los jóvenes y los sectores más castigados por la pobreza (más aún que en la unificación de todos los nacionalistas), retomando un sesgo social que el nacionalismo tanto aquí como universalmente siempre tuvo.
Los planes con vistas al futuro son variados especialmente se va a poner énfasis en la capacitación política de los cuadros y en seguir creciendo. Hay más de 300 municipios en el país y nuestro objetivo es que cada uno sea un nudo de la Red, que en cada uno de ellos haya presencia de nacionalistas trabajando por el bien común de los argentinos, trabajando y militando por la Patria.
Por eso nuestro énfasis en tener base municipal, por que el municipio es el primer escalón entre el ciudadano y sus representantes reales. Es el lugar donde más puramente se da esa representación y esa inmediatez que hace a la representación real. Justamente por eso la partidocracia ha pervertido de mil maneras al municipio hasta hacerlo un sinónimo de corrupción, de coimas y venalidad. La representación real es enemiga de la partidocracia que se basa en el anonimato y el desconocimiento y la conveniente (para ellos) distancia entre representado y representante. De allí la necesidad de crecer municipio a municipio.
A.P.A.: La Red Patriótica está presente en diferentes provincias del país y distintas localidades ¿Cómo se puede coordinar, por ejemplo, una acción militante en común con connacionales de la provincia de La Pampa con otros de Formosa, a su entender?
G.R.: Primeramente, y esa es la particularidad de nuestro movimiento, partimos de la base de la centralización estratégica y la descentralización táctica, forma esta de ejercer un sano federalismo.
Los principios generales son comunes a todos pero la forma de llevarlos a la práctica será diferente en cada lugar. Cada uno conoce su pueblo, su municipio o su provincia como para determinar que formas son las más adecuadas de llevar adelante los postulados del nacionalismo.
En cuanto a la coordinación de las acciones militantes, en tanto sean necesarias, con los métodos de comunicación existentes hoy en día no es nada difícil implementar esa coordinación.
A.P.A.: ¿Qué vislumbra para la Argentina de la administración de Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner? ¿Cómo se debe situar en su opinión, el movimiento nacionalista argentino ante un gobierno que, por un lado, no rompe con la plutocracia liberal mundial y, por el otro, posee fuertes vínculos con Hugo Chávez Frías, el indigenismo socialista de un Evo Morales y con remanentes de la subversión setentista?
G.R.: Para ser claro no vislumbro nada distinto de lo que ya se vio desde 1983 en adelante. Este sistema que padecemos es la culminación de más de 150 años de entrega. La mujer de Kirchner o su marido, Menem o Alfonsín son la misma cosa. Vislumbro sí, mas de lo mismo, más progresismo desquiciante, más capitalismo de rapiña, más pleitesía al sionismo, más corrupción de las conductas como de las ideas, mayor delincuencia, más embrutecimiento de la población, nuevas y ampliadas villas miserias. Más narcotráfico y degradación de la juventud en base a basura cultural, vehiculizada por la payasería mediático- farandulezca, más explotación de la gente y sangría de nuestros recursos en base al pago de la Deuda Externa, más fraude democrático y demagogia, más lavaje de cerebro con el tema de los desaparecidos, a pesar que sólo a los idiotas o a los que usufructúan económicamente de ello, lucradores de la necrofilia (Madres, Abuelas, Hijos, CELS, medios de comunicación, etc.) les preocupa la llamada temática de los Derechos Humanos, que ha “salvado”, dicho sea de paso, a muchos inútiles para todo servicio. Hasta la grotesca gorda Bonafini, no conforme con lo que se chorea del Estado, hace negocitos con el sumo cajero De Vido asesorada por Miceli, la dama de la “bolsita”.
Por lo demás el día que explote la burbuja de la soja vamos a estar “igual que cuando vinimos de España” porque este sistema es la perpetuación de una situación de dependencia y no ha tocado en lo mas mínimo los resortes que sostienen esa dependencia, pese a la fraseología zurda de estos Montoneros que seguro estudiaron marxismo de un resumen “Lerú” extractando de allí lo más importante. Porque esa dependencia es entre otras cosas la que facilita los negocios de la corrupción desaforada y el enriquecimiento de las bandas partidocráticas que periódicamente asaltan el Estado.
Continuando con su pregunta, la verdad carecen de importancia esas alianzas internacionales que tienen los que detentan el poder aquí. Las empresas multinacionales que operan en Venezuela y los Bancos son las mismas que operan en Argentina o en la bolsa de gatos que es Bolivia y ellos son los detentadores del poder real. Las FARC son un cartel de la droga disfrazado de guerrillero. Si Chávez las apoya es únicamente por que querrá quedarse con el negocio, con la clientela cautiva que representan los millones de adictos especialmente en las putrefactas sociedades de los países centrales. La Guerra Fría terminó hace dos décadas. Seguir hablando del “enemigo comunista” es vivir en el túnel del tiempo, hay que sacudir las telarañas mentales y actualizarse sobre el contexto estratégico real estudiándolo en detalle, para vislumbra hacia donde “saltara la liebre”. Por que en definitiva y periódicamente el régimen entra en crisis y conociendo que esto ocurre podemos actuar en consecuencia.
Para eso debemos estar preparados y organizados. La respuesta nacionalista al sistema debe ser la organización, para ser opción de recambio, la alternativa política a este desastre a este sistema hediondo que hoy encabeza la mujer de Kirchner pero que da igual quien lo conduzca. Debemos construir otro Estado que trabaje en beneficio de la Nación no como este que funciona en contra. Francamente no creo en nada que de este régimen provenga. Me repugnan profundamente él y sus personeros tanto nacionales como internacionales.
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