El 12 de agosto se cumplió un nuevo aniversario de la Reconquista de Buenos Aires, acontecimiento que no tuvo la repercusión que merece. En la actualidad, los enemigos de la Patria se regocijan hablando constantemente de Ernesto "che" Guevara Lynch de la Serna o de Domingo Faustino Sarmiento, mas que de aquellos héroes criollos que expulsaron al invasor británico del Plata en 1806 y 1807.
Como para todos los que amamos al terruño nos causa profunda admiración lo ocurrido el 12 de agosto de 1806, porque allí, como en tantas otras oportunidades a lo largo de nuestra historia, vimos cuál era -y es- el enemigo más característico del país, se nos ocurrió urgar un poco en los archivos que tenemos con la intención de transmitirles a ustedes, lectores, algunas características o curiosidades de la gloriosa jornada. Y encontramos un artículo donde se habla del papel que jugaron los gauchos argentinos cuando la prepotencia y la violación de la soberanía estuvieron a flor de piel. Porque siempre se nombra a los jefes o generales que fueron de la partida, pero el coraje del gauchaje rara vez tiene reservado su lugar en los episodios que hicieron grande el honor de la Argentina:
PRESENCIA GAUCHA EN LAS INVASIONES INGLESAS
En la primera invasión inglesa, fueron gauchos los que, con más denuedo que organización disciplinada, intentaron oponer sus recursos de paisanos a los aguerridos batallones de los "colorados" británicos. Y uno de esos gauchos levantó en ancas a Pueyrredón, cuyo caballo fue muerto en el encuentro de Perdriel.
En la casa de la llamada "chacra de Perdriel", por curiosa coincidencia, habría de nacer años después (1834) un vástago de la familia Pueyrredón: José Hernández. Su madre, Isabel Pueyrredón, era prima hermana del héroe de la reconquista de Buenos Aires. Las hazañas de aquellos gauchos señalaron con sangre generosa el lugar donde habría de venir al mundo quien les daría, con Martín Fierro, un hermano inmortal.
También durante las invasiones inglesas, el entonces teniente Martín Güemes, llegado desde Salta con el regimiento "Fijo" en 1806, acreditó su fama de jinete en las acciones de esos días. Liniers lo nombró su edecán y lo autorizó a comandar las tropas de caballería que tomaron por abordaje un barco inglés.
Lo inusitado se explica porque una pronunciada bajante del río de la Plata varó al navío británico "La Justina" y lo puso al alcance de la valerosa destreza de esos centauros criollos que tan temerariamente se lanzaron al ataque revoleando los lazos de sus faenas camperas ante los ojos atónitos de los marineros ingleses.
Desconcertante y premonitorio estreno para quien habría de ser más tarde, en tierras de su Salta natal, el héroe de la "guerra gaucha". Junto a la audacia, lo placenteramente deportivo. Reconquistada Buenos Aires, algunos jefes y oficiales ingleses fueron confinados en Luján; menos conocido es el hecho de que Beresford y algunos de los otros prisioneros que lo acompañaban hayan presenciado un partido de pato, juego campero merecedor, por cierto, de una referencia especial que brindaremos a su tiempo. En este caso, los protagonistas fueron soldados criollos pertenecientes al regimiento de Húsares. Formados en bandos, frente a frente, el capitán Vicente Villafañe, montado en un espléndido caballo -dice Ricardo Hogg- cruzó al galope en medio de ellos y al llegar al final de las filas hizo rayar su pingo y tiró el pato por encima del hombro.
El brioso espectáculo colmó de asombro a los oficiales ingleses, uno de los cuales, el teniente coronel Pack, donó como premio un par de espuelas de plata. A pesar de la adversa suerte de las armas, los extranjeros eran cautivados por el hechizo de la pampa y de sus gauchos.
(Extraído de "Crónica Histórica Argentina" N°2, página 37)
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