domingo, 1 de febrero de 2009

IMPRESIONES DEL GENERAL INGLES QUE VIO A ROSAS EN EL EXILIO


El general Ignacio Hamilton Fotheringham había nacido en Inglaterra, en el pueblo de Southampton. De muy joven vino a la Argentina, donde inició una carrera militar destacable, si bien siempre luchó por el bando unitario liberal. Estuvo en las principales batallas de la desgraciada Guerra de la Triple Alianza (Pehuajó, Paso de la Patria y Estero Bellaco, entre otras) y tomó parte en las acciones contra la última revuelta federal a cuyo frente se encontraba el general Ricardo López Jordán, que se batía en suelo entrerriano hacia 1873. Más tarde, participó en la dura Campaña al Desierto del teniente general Julio Argentino Roca.


En 1858, Fotheringham decide volver a su ciudad de origen, tras haber completado sus estudios en Londres y en Bélgica. Un par de años más tarde, dio la casualidad que se encontró con la hija de Juan Manuel de Rosas, doña Manuela Rosas de Terrero, y con su esposo Máximo Terrero. Por intermedio de ambos logró conocer de cerca al Restaurador de las Leyes.

Lo que sigue es un fragmento de sus "Memorias", en donde recuerda la personalidad del ilustre exiliado. Porque fue un 3 de febrero el día en Rosas marchó al olvido póstumo y a la terrible expatriación -todo lo cual coincide con el inicio de la postración nacional-, queremos compartir este testimonio sobre rasgos de su vida en suelo inglés. Creemos que bien vale la pena rescatarlo del cadalso historiográfico:


"Los señores Juan Nepomuceno Terrero e hijos (la firma social del año 1864), poseían varias estancias con muchas leguas de campo flor. ¡Qué espléndidas fincas! Hoy habrán pasado a manos ajenas, tal vez a dueños extranjeros.

""Los Cerrillos", la antigua guarida de don Juan Manuel, era el establecimiento principal: llena de recuerdos de ese hombre misterioso que, a pesar de tanto historiador, hoy nadie conoce bien y yo menos que nadie.

"Allá en mi tierra, en mi pueblo (Southampton) lo creíamos un general español desterrado por asuntos de alta política. Un hermoso tipo, de aspecto varonil y enérgico. Vivía en The Crescent, frente a la casa de familia de Lawe, muy amiga nuestra. Una gran mansión de aspecto serio, silencioso y triste. Nada de ruidos. Más tarde me han referido muchas anécdotas a su respecto.

"Al venirme, su "Doña Manuelita" me regaló una hermosa frazada, grande, abrigada, con un letrero central en bordado rojo: Federación o Muerte, Independencia. Rosas. Viva Manuelita. La conservé por mucho tiempo. Pero, resuelto a decir la verdad, aunque con vergüenza, confieso que la cambié en Paso de la Patria [Durante la Guerra contra el Paraguay] por tableta mendocina... Más pudo el hambre que el venerado recuerdo.

"Tirano, déspota, sanguinario... No lo niego, pero no lo afirmo. La pobreza en que vivía, demostraba, por lo menos, que era hombre honrado. Y un hombre honrado no puede ser un hombre perverso...

"Años después , en 1885, me encontré en Southampton con mi mujer y dos hijos mayores, Inés y Roberto, de once y diez años, respectivamente.

"El primero que me vino a visitar al Hotel Radley, fue Mr. Mount, nuestro antiguo capellán, el viejo sacerdote que me bautizó y me bendijo al venirme, agregando: "Que tus ovejas, Ignacio, cubran las montañas del nuevo mundo...".

"Nunca pudo suponer el final dramático de mi tentativa de estanciero ni que mis ovejas desaparecerían substituidas por...una espada. Vino, pues, y nos invitó a comer. Fuimos. Sobre la chimenea de su modesto comedor había una hermosa talladura de flores en marfil, bajo gran fanal de cristal.

"-Qué hermoso- dije.

"-Ah, si -contestó-, me la regaló el general Rosas...

"Y yo:

"-Un tirano sanguinario y criminal y...

"-Cállese, cállese... -replicó-. No hable usted así del mejor hombre que haya yo conocido: caritativo, bondadoso, lleno de todas las virtudes cristianas.

"Pues, ¿en qué quedamos?... Todavía está uno por saber qué es la historia. "Cobarde, tú dormías"...le dice Mármol en su tremenda oda...

"Y conozco otro cuento al caso... Todos mis cuentos son fidedignos y garantidos. En plena batalla de Caseros, el éxito era aún dudoso. Rosas hablando con un jefe principal: "Mire, mire, esa caballería que avanza allá por la izquierda nos va a j..." (¡Perdón por la mala letra!). En ese momento pasa un bizarro soldado de caballería, gorra de manga, lanza, lazo y boleadoras. "Párese, amigo...", dice Rosas. Bajóse el centauro. "Traiga las boleadoras (Las midió con los brazos abiertos). Un poco cortas -dijo-. A caballo y dispare" -le gritó al soldado-. De un brinco en la silla y a todo escape...". Pero no hubo escape, pues con la habilidad suma sorprendente de que estaba dotado "el primer jinete", el "primer gaucho argentino", revoleando las boleadoras las lanzó con mano certera por encima del cráneo del jinete y boleando el caballo de las manos, lo hizo rodar; pero el paisano, sonriéndose, salió al pie, las riendas empuñadas... "Por lo menos -dijo Rosas- todavía tengo el pulso bueno".

"Y a mí me parece que ningún "cobarde" haría tal hazaña.

"Afuera de Southampton, en Shirley, tenía Rosas un pequeño farm o estancia. Cuatro vacas, algunas ovejas, pocos caballos: Los Cerrillos en miniatura, como para recordar, acaso, a la patria. En su salón, allá en la casa de The Crescent, tenía dos grandes sillones rojos; él ocupaba uno, el mismo de siempre y a la visita que intentaba sentarse en el otro, la detenía con un... "Dispense, no se siente en ese sillón, pues espero al general Urquiza..."

"En las carrerías o cacerías del zorro, en Inglaterra, montaba en soberbios caballos que le prestaba lord Palmerston. Una vez rodó y salió corriendo... Asombro general. En otra ocasión enlazó un ciervo por las astas. Otra vez asombro. Nunca, jamás, iba a la iglesia, la única iglesia católica que había en Southampton y, sin embargo, el viejo cura lo calificaba de "hombre lo más bueno". Habrá que escribir sin pasión la historia de Rosas".

Tomado del periódico "El Restaurador", Año II, N°7, Junio de 2008, página 16.

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