Fue en febrero de 1954 que un grupo de militares de ideología peronista pusieron dos inmensos bustos de Juan Perón y Eva Duarte de Perón en la cima del cerro Aconcagua, provincia de Mendoza, en una misión que tuvo mucho secretismo y perfecta planificación.
Los militares comprometidos con esta curiosa misión eran suboficiales. El jefe de la expedición era el suboficial mayor (R) Andrés López, un fanático peronista que supo ser custodio del teniente general Juan Perón entre 1951 y 1955; también lo acompañó en su exilio por Venezuela. Así recuerda López la iniciativa de colocar sendos bustos del entonces primer mandatario y su esposa Eva Duarte:
“La idea surgió así. Estaba yo en uno de esos días perdidos en la residencia (el palacio Unzué) y se me vino a la cabeza la idea de que podíamos hacerle un merecido homenaje a Perón y a su fallecida esposa, Eva, colocando en la cumbre del Aconcagua sus bustos. Debía viajar a Mendoza para organizar la partida, así que tuve que hablar con el general Perón para pedirle que me permitiera ausentarme de la residencia presidencial por tres o cuatro días para encontrarme con mis camaradas en ese destino. Esta charla tuvo lugar en presencia de Atilio Renzi, que era el intendente de la residencia, y de otro suboficial mayor. El general me permitió que viajara en avión a Mendoza, donde pude, sobre todo, conversar con el suboficial principal Felipe Aparicio (el responsable de la colocación de los refugios en el cerro Aconcagua) sobre las posibilidades y necesidades de la expedición”.
Y continuó explicando el suboficial mayor (R) López, cuando regresó a la residencia presidencial luego de haber estado en Mendoza: “Mi general –le dije-, el viaje a la ciudad de Mendoza fue para encontrarme en Uspallata con camaradas suboficiales, porque vamos a organizar una expedición al Aconcagua para rendirle un homenaje a usted y a la señora Evita, colocando sus bustos en la cumbre del cerro. ‘Ustedes están locos –dijo Perón- ¿cómo se van a exponer a eso? Es una locura.’ ‘Vea mi general –recalqué-, los muchachos ya lo decidieron y lo vamos a hacer.’ ‘Bueno –concluyó Perón- es cosa suya, pero considero que es una locura’”.
El encargado de conseguir material para la realización de los monumentos fue el subsecretario de Informaciones de la Presidencia, Raúl Alejandro Apold, y la que fundió el material para confeccionarlos fue la Casa Mancuso. El material de dichos bustos era aluminio duro, y entre ambos pesaban más de 50 kilos. Otra característica era que los mismos eran desarmables. La expedición se repartió las piezas de los bustos en cinco mochilas, lo que nos da una idea de que los monumentos fueron armados ni bien se pisó la cima del Aconcagua.
Acompañaba a los imponentes monumentos el escudo peronista –también de gran porte- y sendas placas que se ubicaban al pie de Juan y Eva Perón. La placa que estaba debajo del presidente de la nación, expresaba:
“Al general Perón dedican los suboficiales del Ejército Argentino este esfuerzo, para que la cumbre más alta de América sirva de pedestal al más alto genio político del Continente. Este busto no será retirado como trofeo por las futuras expediciones, sino que debe permanecer en esta cima por los siglos de los siglos, para que el espíritu y las ideas del Conductor de la Nueva Argentina hermanen a los pueblos de América”.
Los expedicionarios
Fueron en total 20 suboficiales los encargados de colocar los bustos de Perón y Eva Duarte, y la expedición fue bautizada “Sargento Miguel Farina”, en honor de este suboficial leal a Perón que fue asesinado el 28 de septiembre de 1951, durante el intento de golpe de Estado llevado a cabo en Córdoba por el militar Benjamín “Cachorro” Menéndez.
Los expedicionarios eran todos aficionados al andinismo, y sus nombres eran estos:
Jefe de la Expedición “Sargento Miguel Farina”:
1) Sub. Principal Felipe Aparicio
Suboficial Principal:
2) Carlos Alberto Rodríguez.
Sargentos Ayudantes:
3) Marcelino Severo Arballo.
4) Miguel Grifol.
5) Andrés López.
6) Mauricio Alberto Rossi.
7) Julio Vedela.
8) Elías Enrique Olivera.
Sargentos Primeros:
9) Toribio Cecilio Zárate.
10) Carlos Enrique Sosa.
11) Ángel Spetalieri.
12) Rodolfo O. Guarrochena.
13) Rufino Ruiz.
14) Luis Politti.
15) Luis Barrotea.
Sargentos:
16) Aldo Saavedra.
17) Hugo Cayetano Minardi.
18) César Darvich.
19) Juan Ángel Aguerreberry
20) Dardo Adalberto Olivera.
Partieron el día 28 de enero de 1954 desde Puente del Inca; dos días más tarde, llegaron a Plaza de Mulas (lugar de reabastecimiento y descanso). Un primer contingente llegó, el 1° de febrero, al Refugio Eva Perón y, con posterioridad, al Refugio Teniente Plantamura, que estaba a 6.400 metros de altura.
Los suboficiales que acompañaban a Aparicio hicieron cumbre el 3 de febrero de 1954, dejando allí las partes desarmadas de los bustos y un pararrayos confeccionado en Arsenales del Ejército Argentino para que las descargas eléctricas no destruyeran los monumentos. El 6 de febrero, el otro contingente se encargó de armar los bustos. Y luego bajaron.
El suboficial mayor (R) Andrés López contó que al regresar a Buenos Aires, “el general [Perón] me recibió en el chalet y me dijo: ‘Cuénteme’. Estaba muy contento, se había enterado de nuestro éxito por los diarios que seguían nuestra expedición. ‘Bueno López –concluyó Perón-, dígale a los muchachos que les agradezco mucho y que después de que termine el Festival de Cine de Mar del Plata los voy a recibir”.
Y así fue: los jóvenes suboficiales recibieron el permiso de Juan Perón para que estén paseando y recorriendo Buenos Aires durante una semana. Además, cada uno recibió la Medalla de Oro “Al Mérito” por la misión exitosa del Aconcagua.
Cuando usurpó el poder la “Revolución Libertadora”, los bustos fueron retirados por una expedición de 1956, y nunca más se supo de esas reliquias. Y para 1973, cuando Perón accede por tercera vez a la presidencia de la Nación, el ya retirado militar López pretende apalabrar a otros jóvenes suboficiales de Mendoza para poner un busto –otro- de Perón en el pico más alto de América. Juan Perón se negó: “Dígale a Lopecito que está loco. Ya está viejo, cachuzo, que se deje de joder”.
La idea, por supuesto, no prosperó. Ya eran otros tiempos, mucho más difíciles que los de décadas atrás. Los enemigos de la patria acechaban sin descanso y con múltiples máscaras, realidad inapropiada como para pensar en una expedición reivindicativa al cerro Aconcagua.
Por Tigre Capiango
Organización Resistencia Peronista / Agrupación Patriótica AURORA
Los militares comprometidos con esta curiosa misión eran suboficiales. El jefe de la expedición era el suboficial mayor (R) Andrés López, un fanático peronista que supo ser custodio del teniente general Juan Perón entre 1951 y 1955; también lo acompañó en su exilio por Venezuela. Así recuerda López la iniciativa de colocar sendos bustos del entonces primer mandatario y su esposa Eva Duarte:
“La idea surgió así. Estaba yo en uno de esos días perdidos en la residencia (el palacio Unzué) y se me vino a la cabeza la idea de que podíamos hacerle un merecido homenaje a Perón y a su fallecida esposa, Eva, colocando en la cumbre del Aconcagua sus bustos. Debía viajar a Mendoza para organizar la partida, así que tuve que hablar con el general Perón para pedirle que me permitiera ausentarme de la residencia presidencial por tres o cuatro días para encontrarme con mis camaradas en ese destino. Esta charla tuvo lugar en presencia de Atilio Renzi, que era el intendente de la residencia, y de otro suboficial mayor. El general me permitió que viajara en avión a Mendoza, donde pude, sobre todo, conversar con el suboficial principal Felipe Aparicio (el responsable de la colocación de los refugios en el cerro Aconcagua) sobre las posibilidades y necesidades de la expedición”.
Y continuó explicando el suboficial mayor (R) López, cuando regresó a la residencia presidencial luego de haber estado en Mendoza: “Mi general –le dije-, el viaje a la ciudad de Mendoza fue para encontrarme en Uspallata con camaradas suboficiales, porque vamos a organizar una expedición al Aconcagua para rendirle un homenaje a usted y a la señora Evita, colocando sus bustos en la cumbre del cerro. ‘Ustedes están locos –dijo Perón- ¿cómo se van a exponer a eso? Es una locura.’ ‘Vea mi general –recalqué-, los muchachos ya lo decidieron y lo vamos a hacer.’ ‘Bueno –concluyó Perón- es cosa suya, pero considero que es una locura’”.
El encargado de conseguir material para la realización de los monumentos fue el subsecretario de Informaciones de la Presidencia, Raúl Alejandro Apold, y la que fundió el material para confeccionarlos fue la Casa Mancuso. El material de dichos bustos era aluminio duro, y entre ambos pesaban más de 50 kilos. Otra característica era que los mismos eran desarmables. La expedición se repartió las piezas de los bustos en cinco mochilas, lo que nos da una idea de que los monumentos fueron armados ni bien se pisó la cima del Aconcagua.
Acompañaba a los imponentes monumentos el escudo peronista –también de gran porte- y sendas placas que se ubicaban al pie de Juan y Eva Perón. La placa que estaba debajo del presidente de la nación, expresaba:
“Al general Perón dedican los suboficiales del Ejército Argentino este esfuerzo, para que la cumbre más alta de América sirva de pedestal al más alto genio político del Continente. Este busto no será retirado como trofeo por las futuras expediciones, sino que debe permanecer en esta cima por los siglos de los siglos, para que el espíritu y las ideas del Conductor de la Nueva Argentina hermanen a los pueblos de América”.
Los expedicionarios
Fueron en total 20 suboficiales los encargados de colocar los bustos de Perón y Eva Duarte, y la expedición fue bautizada “Sargento Miguel Farina”, en honor de este suboficial leal a Perón que fue asesinado el 28 de septiembre de 1951, durante el intento de golpe de Estado llevado a cabo en Córdoba por el militar Benjamín “Cachorro” Menéndez.
Los expedicionarios eran todos aficionados al andinismo, y sus nombres eran estos:
Jefe de la Expedición “Sargento Miguel Farina”:
1) Sub. Principal Felipe Aparicio
Suboficial Principal:
2) Carlos Alberto Rodríguez.
Sargentos Ayudantes:
3) Marcelino Severo Arballo.
4) Miguel Grifol.
5) Andrés López.
6) Mauricio Alberto Rossi.
7) Julio Vedela.
8) Elías Enrique Olivera.
Sargentos Primeros:
9) Toribio Cecilio Zárate.
10) Carlos Enrique Sosa.
11) Ángel Spetalieri.
12) Rodolfo O. Guarrochena.
13) Rufino Ruiz.
14) Luis Politti.
15) Luis Barrotea.
Sargentos:
16) Aldo Saavedra.
17) Hugo Cayetano Minardi.
18) César Darvich.
19) Juan Ángel Aguerreberry
20) Dardo Adalberto Olivera.
Partieron el día 28 de enero de 1954 desde Puente del Inca; dos días más tarde, llegaron a Plaza de Mulas (lugar de reabastecimiento y descanso). Un primer contingente llegó, el 1° de febrero, al Refugio Eva Perón y, con posterioridad, al Refugio Teniente Plantamura, que estaba a 6.400 metros de altura.
Los suboficiales que acompañaban a Aparicio hicieron cumbre el 3 de febrero de 1954, dejando allí las partes desarmadas de los bustos y un pararrayos confeccionado en Arsenales del Ejército Argentino para que las descargas eléctricas no destruyeran los monumentos. El 6 de febrero, el otro contingente se encargó de armar los bustos. Y luego bajaron.
El suboficial mayor (R) Andrés López contó que al regresar a Buenos Aires, “el general [Perón] me recibió en el chalet y me dijo: ‘Cuénteme’. Estaba muy contento, se había enterado de nuestro éxito por los diarios que seguían nuestra expedición. ‘Bueno López –concluyó Perón-, dígale a los muchachos que les agradezco mucho y que después de que termine el Festival de Cine de Mar del Plata los voy a recibir”.
Y así fue: los jóvenes suboficiales recibieron el permiso de Juan Perón para que estén paseando y recorriendo Buenos Aires durante una semana. Además, cada uno recibió la Medalla de Oro “Al Mérito” por la misión exitosa del Aconcagua.
Cuando usurpó el poder la “Revolución Libertadora”, los bustos fueron retirados por una expedición de 1956, y nunca más se supo de esas reliquias. Y para 1973, cuando Perón accede por tercera vez a la presidencia de la Nación, el ya retirado militar López pretende apalabrar a otros jóvenes suboficiales de Mendoza para poner un busto –otro- de Perón en el pico más alto de América. Juan Perón se negó: “Dígale a Lopecito que está loco. Ya está viejo, cachuzo, que se deje de joder”.
La idea, por supuesto, no prosperó. Ya eran otros tiempos, mucho más difíciles que los de décadas atrás. Los enemigos de la patria acechaban sin descanso y con múltiples máscaras, realidad inapropiada como para pensar en una expedición reivindicativa al cerro Aconcagua.
Por Tigre Capiango
Organización Resistencia Peronista / Agrupación Patriótica AURORA
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