“Oímos un golpe detenerse frente a la pulpería, luego el chistido persistente que usan los paisanos para calmar un caballo, y la silenciosa silueta de don Segundo Sombra quedó enmarcada en la puerta.
-Güenas tardes –dijo la voz aguda, fácil de reconocer.
-¿Cómo le va, don Pedro?
-Bien ¿y usté, don Segundo?
-Viviendo sin demasiadas penas, graciah’a Dios.
Mientras los hombres se saludaban con las cortesías de uso, miré al recién llegado. (…)
El pecho era vasto, las coyunturas huesudas como las de un potro, los pies cortos con un empeine a lo galleta, las manos gruesas y cuerudas como cascarón de peludo. Su tez era aindiada, sus ojos ligeramente levantados hacia las sienes y pequeños. Para conversar mejor habíase echado atrás el chambergo de ala escasa, descubriendo un flequillo cortado como crin a la altura de las cejas.”
(Don Segundo Sombra, Capítulo II, Ricardo Güiraldes)
Así comienza la obra magna de don Ricardo Güiraldes la descripción del gaucho don Segundo Sombra, apersonándose en la pulpería y siendo recibido por la gente allí agolpada, con cierta aura deslumbrante, como de leyenda. La impresión que las líneas hacen del personaje principal no distan mucho de don Segundo Ramírez, el resero y peón que motivó la invención de uno de los libros más formidables de la literatura criolla.
Ricardo Güiraldes de hecho fue un sensible observador del campo argentino, de la cultura nacida con el gauchaje, posicionado en el seno de una familia de vieja estirpe que convivió con el hombre de la pampa. El escenario de su inspiración fue la famosa estancia familiar “La Porteña” en los pagos de San Antonio de Areco. Dicha estancia tuvo como dueño al primer Intendente de Buenos Aires, don Manuel José Güiraldes Guerricó, padre de Ricardo. De sus frecuentes visitas a Areco, el joven autor de Don Segundo Sombra se empapó de esa patria ancestral y hombres rudos que jamás le escapaban al trabajo campero. Es decir, con fundada razón, que los motivos de la creación de su obra provienen de experiencias vivenciadas en primera persona. Tan así es la cuestión, que el gaucho Sombra existió en la vida real.
Había nacido este paisano el 2 de julio de 1852, aunque con algunas dudas respecto a la localidad. Dentro del tradicionalismo, predomina la versión de que su oriundez le pertenece a Areco; otros, que es sampedrino, y un poco más lejano, que vino al mundo en Coronda, provincia de Santa Fe. Aquí, le han erigido, póstumamente, un monumento en el que se lo ve “sentado, tomando mate, con la vista perdida en el río Coronda”, refresca el autor Miguel Gasparini. Para profundizar la confusión, el propio gaucho Ramírez aseveró en el Registro Civil de San Pedro haber nacido en San Nicolás de los Arroyos. Sus padres eran Juan de Dios Ramírez y doña Venancia Martínez.
Se ha dicho que Segundo Ramírez fue un hombre bueno, pacífico y laborioso. Entre sus oficios, consta que fue jornalero, resero y domador. Era analfabeto y dos veces contrajo nupcias. La primera fue a sus 32 años de edad, en 1884, con una mujer llamada Venancia Ulloa. Su segunda boda lo encontró en sus postrimerías, con doña Petrona Cárdenas, su concubina, que era tan anciana como él. Cárdenas estaba muy enferma y moriría al poco tiempo. Tenía 78 años de edad.
POR LAS ESTANCIAS
Antes de recalar en Areco y saltar involuntariamente a la fama literaria, Segundo Sombra había recorrido diversos pagos de la provincia de Buenos Aires. El primer destino que se le conoce habría sido San Pedro, lugar donde experimentó por primera vez la viudez. Más tarde, emigró a San Antonio de Areco afincándose en varias estancias de la zona. A comienzos del siglo XX (1903), fue peón en “El Flamenco” o “El Doblado Grande” –no se sabe con exactitud-, ambas pertenecientes a la añeja familia Castex.
Luego, tomó contacto por primera vez con los Güiraldes, su entrada a la inmortalidad. Se dice que Ramírez estuvo al cuidado de 8 yeguas en la estancia “La Porteña” y que, terminada su labor, entró a un obraje rural por Zárate, hasta que regresó a Areco, más precisamente al “Puesto La Lechuza” de la estancia “La Fe”, propiedad de José Antonio Güiraldes, hermano del autor de Don Segundo Sombra.
Los que han visto a este gaucho en su vejez, lo recuerdan como una eminencia de otra época, o como afirmaba el propio Ricardo Güiraldes en carta dirigida al pensador Ramiro de Maetzu, un “símbolo racial” por quien sentía profunda admiración y amistad. Un historiador arequense, Ricardo Monserrat, que lo ha conocido al gaucho en sus últimos años de vida siendo un niño, ha dado la siguiente impresión: “(Don Segundo) era pura pinta, un tipo muy particular, después con el tiempo fui elaborando la propia imagen, era la imagen del gaucho de esos tiempos, vestía de chiripá, murió vestido de chiripá”. Y a renglón seguido, afirma: “En San Antonio no le hacían mucho caso, yo le hacía caso porque lo tenía a diez metros todos los días, porque los Monserrat nacimos en una casa donde está ahora el Consejo Escolar”.
El mismo autor nos enseña algunos datos curiosos del último gaucho Ramírez: “Donde ahora está la joyería Oberti estaba el comité del partido Conservador de Don Pepe Güiraldes, y ahí Don Segundo iba todos los días”. Esta actividad fue, según parece, rutina obligada del paisano famoso porque sus fuerzas ya no lo acompañaban para seguir desempeñando las tareas agrestes, por eso su refugio era ahora el pueblo y la visita a sus boliches e instituciones.
Uno de esos reductos en los cuales ginebreaba don Segundo era el Bar “Los Principios”, que todavía existe en la actualidad. Tuvo su origen en 1918 de la mano de dos españoles que se aquerenciaron en San Antonio de Areco. Los primeros dueños, Antonio y Francisco Fernández, hermanos, a la sazón, lo abrieron como un Almacén de Ramos Generales en la esquina de Arellano y Mitre, para mudarse, cuatro años más tarde, a su actual sitial, en Mitre y Moreno.
Quien estas líneas suscribe ha ido en reiteradas ocasiones a este lugar por el que anduvo el mítico don Segundo Ramírez. El dueño de “Los Principios” se llama “Beco” Fernández, Don Beco a secas para los arequenses, hijo de uno de los fundadores del almacén. De hablar pausado, lleno de sabiduría que viene desde los tiempos, me ha mostrado con infinito orgullo pueblerino dos imágenes fotográficas sacadas en el interior de “Los Principios” y en las que aparece la humanidad del gaucho de Güiraldes. Aquí me dignaré en publicar, por primera vez, una de esas anónimas impresiones que hay de Don Segundo Sombra.
La foto en cuestión, me ha confesado Don Beco, sería del año 1930. El primero de la izquierda, de camisa blanca y serena mirada, es el padre de “Beco”. Don Segundo Ramírez, en cambio, es el primero comenzando desde la derecha. La descripción que de él hiciera en la épica gauchesca Ricardo Güiraldes, se parece en mucho a su versión de carne y huesos: es una prueba inequívoca de que el personaje no fue únicamente de ficción.
Nótese, además, que como buen hombre de tierra adentro está despuntando una copita de giniebra, ritual casi perdido de nuestro campo macho que es imitado por otros que yacen parados junto a él al lado de la barra antigua. En el análisis de esta imagen no escapan otros elementos maravillosos: mezclados entre el gauchaje hay también algunos hombres vestidos de traje y corbata, como en anhelada conjunción de estilos y valores. Una foto así, habría provocado el total rechazo del sanjuanino Sarmiento, sin lugar a dudas, para quien de veras existían aquellos distingos entre la “barbarie” y la “civilización”.
La fisonomía de “Los Principios” no ha variado demasiado. Todavía puede apreciarse, para quien se acerque a este mojón de la patria gaucha, el añejo mostrador donde alguna vez se acodó don Segundo Ramírez en sus últimos años de vida. Y aquel que quiera atender sus necesidades fisiológicas –particularmente los varones-, en los fondos del almacén todavía existe, en medio de los árboles y la civilidad campera, una suerte de tapera para tal fin. O sea, un baño a la vieja usanza.
Ricardo Güiraldes fallece casi una década antes que su amigo Ramírez, el 8 de octubre de 1927, en París, y como nos lo recuerda Gasparini, “el 15 de noviembre de 1927 Don Segundo encabezó el desfile de paisanos que acompañaron el féretro del poeta fallecido (…) a los 41 años de edad. El personaje de la novela sepultaba a su propio autor”.
El deceso de don Segundo Ramírez se produce el 20 de agosto de 1936, cuando contaba 84 años de edad. Su sepulcro es sencillo, y yace en el cementerio de San Antonio de Areco. Descansa el sueño eterno junto a su última esposa, Petrona Cárdenas de Ramírez.
Por Gabriel O. Turone
Bibliografía
- “Encuentro”, publicación de San Antonio de Areco, Página 6, Junio 2008.
- Gasparini, Miguel Ángel. “Carne y hueso de Don Segundo Sombra”. www.sanantoniodeareco.com .
- Güiraldes, Ricardo. “Don Segundo Sombra”, Bureau Editor, Argentina, Abril 2000.
- Fotografía de don Segundo Sombra y parroquianos, Gentileza “Beco” Fernández.
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