Revolviendo los archivos dimos, una tarde de hace poco, con una entrevista que la publicación "Todo es Historia" le efectuó a Juan Enrique Ramón Queraltó, el jefe y fundador de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), organización completamente olvidada pese a lo que significó mientras tuvo vigencia en el país. La entrevista salió en el N° 216, del mes de abril de 1985, por lo tanto está cumpliendo, por estos días, 24 años. Es un interesantísimo testimonio que, en coincidencia con el mes en que fue publicado, queríamos compartirlo con nuestros lectores y ocasionales visitantes del "blog".
Este hallazgo, dice así:
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JUAN QUERALTO
Por Gerardo Bra
Actualmente está en los setenta y cuatro otoños. En la década del 40 era un joven fogoso. Por aquellos años el coronel Juan Domingo Perón (oficial de infantería, viudo, 42 años, ex Agregado Militar en Italia) se asomaba al panorama político a través del inadvertido Departamento de Trabajo -luego Secretaría de Trabajo y Previsión Social-. Queraltó agrupó a una gran mayoría de nacionalistas y dirigió una presencia tumultuosa, a la vez que aguerrida, acusada de estar teñida de nazismo, que se proyectó en aulas y calles en una lucha abierta, a veces cruenta, y en ocasiones esencialmente doctrinaria. Esa organización se llamó Alianza Libertadora Nacionalista, y adhirió al peronismo desde su primera hora.
Su testimonio es historia viva. Este hombre de modales apacibles, de bonhomía típicamente burguesa, está muy lejos de aquel conductor de juventudes. Pero persisten en él las ideas que vertebraron su existencia. Los que no comulgan con ellas reconocerán al menos que luchó a cara descubierta y que arriesgó la vida por sus creencias, sin incurrir en los extremos del terrorismo resentido y encubierto que conocimos en las últimas décadas. Y aún muchos se preguntarán si la Alianza Libertadora Nacionalista que lideró fue una fuerza de choque, el nacionalismo en acción, una genuina forma de enfrentar los avances del comunismo o, simplemente, un instrumento del GOU... Este es su testimonio:
-¿Cómo se inició en la vida política?
-En la década del 30 yo era estudiante y militaba en la Legión Cívica. Resolví entonces formar un grupo de jóvenes universitarios para contrarrestar la prédica izquierdista de la Federación Universitaria Argentina (F.U.A.). Así nació la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (U.N.E.S.). De cinco que éramos, llegamos a los 20 mil en menos de dos años.
-¿Cuáles eran los postulados?
-Abogábamos por la presencia de un Jefe, el general Juan Bautista Molina; teníamos una consigna: Liberación Nacional, una voluntad: luchar y vencer, y una mística profundament patriótica. Lo que originalmente fue una organización estudiantil se expandió a otros niveles. Nació así la Alianza de la Juventud Nacionalista. Al principio nos faltó apoyo y los diarios nos ignoraban. Nos impusimos por la grandiosidad de nuestros actos.
-¿Una fecha decisiva?
-1ro. de Mayo de 1943. Hasta ese entonces el Día del Trabajo era una fecha en que se prodigaban los izquierdistas. Nosotros decidimos hacerla netamente argentina, llevando en alto el Emblema Nacional frente al trapo rojo de comunistas y socialistas. Salimos desde Santa Fe y Pueyrredón. Éramos cerca de 2 mil personas; cuando llegamos a la Plaza San Martín la columna tenía 20 mil. Ese acto demostró que existía una conciencia nacional.
-¿Cómo se produjo el acercamiento al Peronismo?
-Mi primer encuentro con Perón tuvo lugar en el antiguo edificio del Ministerio de Guerra (Viamonte y Callao). Un día anunció que iba a formar el GOU civil. La reunión constitutiva se efectuó en el estudio del doctor Rayces y Bonifacio del Carril. El Padre Wilkilson nos leyó los principios del GOU; luego nos tomó juramento y nos dio a besar un crucifijo. Al poco tiempo, Perón convoca una reunión, a la que asisten, entre otros, el coronel Ramírez, el teniente coronel Lagos, el mayor Ferrazzano, Mario Amadeo, Juan Pablo Oliver, Bonifacio Lastra y yo. Nos dice: "Les voy a hacer un anuncio: me haré cargo del Departamento de Trabajo y desde ese organismo voy a hacer la revolución que necesita el país". Los comentarios que hubo después fueron casi peyorativos. Lastra expresó: "Perón dice que va a hacer la revolución con el Departamento de Trabajo... ¡Si yo soy abogado y no voy nunca porque allí no pisa nadie!". Pero el tiempo le daría la razón a Perón...
-¿La Alianza apoyó desde un principio la carrera política de Perón?
-Efectivamente. Se entroncó con el incipiente Movimiento Peronista, aunque actuaba como fuerza independiente. Tuvimos un gran encontronazo con el gobierno del general Pedro Pablo Ramírez cuando se rompieron relaciones diplomáticas con Alemania. Esa tarde me encontraba en el despacho del Ministro de Educación, doctor Martínez Zuviría, y escuchamos a un diariero vocear la ruptura. Martínez Zuviría aclaró: "¡Cómo...! Ruptura de relaciones. Yo soy ministro y no sé nada...!". Luego nos enteramos que la ruptura se produjo por una exigencia del Departamento de Estado. Entonces dijimos que este país era una colonia. Ante ello, la Alianza decidió mandar una carta a Ramírez protestando, y pasamos a la clandestinidad.
-¿Fue a raíz de ello que usted cayó preso?
-Exactamente. Luego de torturarme me llevan a Río Gallegos. Me preguntaban dónde estaban las armas que me había dado Perón. La picana me dejó medio enloquecido. Cerca de cinco meses permanecí en Río Gallegos, compartiendo mi aislamiento con un dirigente comunista: Victorio Codovilla. Pero después de la caída de Ramírez cambian las cosas. Asume Farrell y Perón es nombrado vicepresidente y Ministro de Guerra, reteniendo el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión. Al poco tiempo alquilamos el local de San Martín y Corrientes, e iniciamos una serie de manifestaciones de apoyo al gobierno.
-Fue, entonces, que comenzó un período de bonanza para su movimiento...
-Hasta que se declara la guerra al Eje, declaración que lleva la firma de Perón. Eso ocurrió pocos días antes de finalizar la contienda. A nosotros nos pareció una barbaridad. Nos opusimos, lo que nos costó ir nuevamente a la cárcel. Luego viene el asunto de Braden, quien se entromete cada vez más en los problemas del país, apoyado por radicales, conservadores, socialistas y comunistas. Entonces se forma la Unión Democrática. Radicales, socialistas, comunistas, conservadores, se dan la mano y organizan la Marcha de la Libertad. Desfilan por Callao y rinden pleitesía a Braden, quien hace acto de presencia a través de un balcón de una casa de departamentos de Callao. Eso nos enardece. Es una muestra del anti-país, del cipayismo...
-Peguemos un salto al 17 de octubre, ¿usted dónde se encontraba ese día?
-En Villa Devoto compartiendo la prisión con toda la plana mayor de la Alianza por asociación ilícita, según la justicia de entonces. Fuimos puestos en libertad y pasamos al frente de las columnas reivindicadoras. De ahí en más comienza la campaña de Perón para la presidencia. La Alianza lo apoya. Hubo entonces luchas callejeras contra los zurdos. Nos causa risa de que ahora Iscaro dice que apoya al Peronismo. Recordamos, entre otros, un ataque al local de la Alianza de San Martín y Corrientes. Arrimaban automóviles con baldes de nafta para incendiar nuestra sede. Los comunistas siempre fueron incendiarios.
-Después que asume Perón la presidencia, ¿qué ocurre con la Alianza?
-Todo va bien hasta que viene lo de Chapultepec. Para nosotros era una traición, o sea la integración latinoamericana bajo el liderazgo de Estados Unidos. Y lo malo que Perón lo propiciaba. Entonces hicimos ruido por todos lados; inclusive el simulacro de arrojar una bomba desde un avión al Congreso, para que los legisladores no aprobaran el Tratado. Eso nos acarrea que nos manden a la cárcel. Pero al poco tiempo Perón me llama y me felicita, y da la orden de que se ponga en libertad a todos los aliancistas presos. Sigue luego un período de relativa tranquilidad. Los aliancistas nos limitamos al adoctrinamiento, dando conferencias. Pero después del fallecimiento de Evita se nota cierta desestabilización. Borlenghi demuestra ser mi más enconado enemigo, y no es de extrañar, puesto que con Iscaro había tenido militancia comunista en la C.G.T. durante la época del presidente Castillo. Ahí comienza otra clase de lucha...
-¿Emerge Kelly?
-Así es. Un día la policía entra al local de San Martín y Corrientes, y mete de prepotencia a Patricio Guillermo Kelly, a quien la Alianza había expulsado en 1946. Así se apodera de nuestra organización por medio de un acto de fuerza apoyado por la policía mandada por Borlenghi. A mí me llevan preso a Orden Político...
-¿Cuál fue la reacción de Perón ante el atropello?
-A los quince días de encierro consigo enviar una comunicación a Perón. Me manda llamar y me dice: "Lo sé todo. Desensille hasta que aclare. Lo voy a mandar al extranjero". Me designaron en la Embajada Argentina en el Paraguay. Yo no quería ir, pero en el interín Borlenghi me manda matar. Soy atacado en La Perla del Once. Me abren la cabeza a golpes de culata de revólver y me dejan por muerto. Voy a parar al hospital Ramos Mejía, donde permanecí cinco días en coma. El Juez Black que entiende la causa cita a Kelly varias veces pero éste no comparece. En ese entonces es tiroteada mi casa, que estaba ubicada en Floresta y donde vivía mi padre. Resuelvo ir a Paraguay. Allí despliego una acción destinada a la distribución en escuelas de elementos enviados por la Fundación Eva Perón. Trato, también, de unir a argentinos y paraguayos, para coadyuvar a una conciencia latinoamericanista.
-¿Qué pasó con usted cuando sucede la Revolución Libertadora?
-Me echan de la Embajada. Hasta hubo un intento de llevarme a Buenos Aires por la fuerza. Me niego a volver. Entonces me quieren secuestrar, lo cual fue frustrado por personal militar del Batallón Escolta del Presidente Stroessner. Al siguiente día me presento al general Stroessner, quien me dice: "Vea Queraltó. Si usted ha cometido delito alguno están las leyes de extradición, pero que se lo vengan a llevar por la fuerza no lo vamos a permitir". Me quedo, pues, en Paraguay, donde con el tiempo vuelvo a sufrir otro intento de secuestro.
-¿En qué año regresa al país?
-En 1969, cuando gobernaba el general Onganía. Pero recién en 1973 reorganizo la Alianza, durante el gobierno de Cámpora. En esa época redacto un manifiesto que es publicado en casi todos los diarios del país, por expresa orden de Perón. La reorganización de la Alianza -que ocupó un edificio ubicado en Cangallo 1251- se dio durante los gobiernos de Cámpora, Perón e Isabel Perón, hasta que ocurre el golpe de 1976 y debo regresar al Paraguay. Vuelvo al país en 1982...
-¿Se considera retirado de la vida política?
-No del todo. Me siento alentado por un grupo de jóvenes universitarios, para intentar que surja un nuevo líder que ponga coto a la sinarquía zurda que nos invade actualmente. Tiene que haber alguno que diga ¡Basta!, como lo hicimos nosotros, cuarenta años atrás...
-Finalmente, ¿cuáles eran las ideas doctrinarias que sustentaban a la Alianza, habida cuenta de las acusaciones de ser un movimiento de corte nazi-fascista?
-Nosotros estábamos impulsados por una mística profundamente patriótica, porque la tierra nos tiraba y la grandeza del país era nuestra meta, pero de una manera religiosa si se quiere. Estábamos con el país, antes que con cualquier ideología. Si abominamos de la ruptura de relaciones con Alemania fue, precisamente, porque esa Nación luchaba contra las potencias imperialistas que nos habían sojuzgado. Éramos -y lo seguiremos siendo- decididos anticomunistas, porque el marxismo ateo e internacionalista es nuestro mayor enemigo. También estábamos contra toda colectividad que perjudique los intereses nacionales. Ojalá que la Colectividad Judía algún día diera el salto a la historia argentina, que todavía no ha dado. Todas las colectividades lo han hecho, pero la Judía es una colectividad que no aportó para el bien del país; por el contrario se lo han llevado. Quisiera que cambiara de mentalidad, que se consustanciara con el país y se integrara a él. Nosotros no la combatíamos; la criticábamos. Criticábamos, por ejemplo, que en los casamientos de judíos nacidos en la Argentina el Acta obliga a los contrayentes a un juramento de fidelidad a Israel. De ahí nuestro mentado antisemitismo, que no era tal, sino una crítica en defensa del país, pero sin connotaciones racistas.
JUAN QUERALTO. Su nombre está asociado a reuniones multitudinarias, largas columnas marchando por el centro de la ciudad, luchas estudiantiles y proclamas inquietantes. Una presencia ruidosa que participó, activa y apasionadamente, en la confrontación política de una época que ya es parte de la historia.
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